México

Colosio y Vasconcelos, secretos enterrados

Cuatro cosas asegura la sociedad mexicana y difícilmente podrá demostrarlas

Cuatro cosas asegura la sociedad mexicana y difícilmente podrá demostrarlas: que a Colosio lo mandaron matar los Salinas por negarse a negociar con el cártel del Golfo. Que la fuga del Chapo fue un acuerdo presidencial. Que la muerte de Mouriño no fue accidental y que la guerra contra el narcotráfico terminará en negociación y no en erradicación.

Semanas antes de morir en un avionazo al lado de Mouriño, el ex fiscal antidrogas José Luis Santiago Vasconcelos me dio una entrevista. Él estaba seguro de que moriría a manos del narco.

Cuando más miedo tuvo fue al descubrir en 2005 cómo había planeado ultimar su vida el famoso sicario Édgar Valdéz “La Barbie”. Me aseguró que Noé Mandujano (ex fiscal ahora preso) no era confiable y que Marisela Morales (actual fiscal antidrogas) es demasiado honesta para estar en la PGR.

Vasconcelos aseguraba que el secreto en el control de la narcoviolencia no radica en la negociación simple sino en el manejo adecuado de los equilibrios de poder. Según él las estrategias del Gobierno norteamericano ejemplifican el acuerdo idóneo entre el Estado y los cárteles. Para México sería muy difícil. Auguró que la guerra sangrienta duraría cuatro años, pero con la participación del Gobierno americano y una limpieza específica de ciertos miembros de los cárteles se lograría una estabilización progresiva. Bromeó diciendo que si llegara a viejo escribiría un libro; material tenía de sobra.

Recientemente “El Universal” publicó un reportaje sobre la Frontera Norte que aportó evidencias de lo que medio México argumentaba sin datos duros: el crimen organizado está vivito y gozando de cabal salud en los Estados Unidos. Los traficantes de armas, personas y drogas están vinculados con agentes de la D.E.A, I.C.E, del F.B.I y con policías locales de diversos estados yanquis. Los gobernadores del corredor bilateral trabajan por una paz estabilizadora que evite el derramamiento de sangre y la violencia descontrolada; tanto alcaldes como sherifs saben que no pueden abatir a los cárteles, no tienen las herramientas, ni el poder, ni la autorización de Washington.

La semana pasada estuve en Laredo y Nuevo Laredo; Texas y México. La tensión social y la presencia del crimen organizado está en ambos lados, y aunque los cárteles están vinculados, en Texas es menos evidente. En México un ex alcalde asociado al narco, que se sospecha mandó asesinar al reportero de “El Mañana” por seguirle la pista de sus vínculos criminales, tiene asolados a los periodistas y ha incursionado en el manejo de medios abriendo un periódico. Los taxistas me advirtieron que hay restaurantes en los que no debía entrar porque son territorio de tal o cual capo. Miles de personas tienen miedo; se respira.

Otras miles tienen trabajo y dinero gracias al narco; se nota.

Luego de una plática con estudiantes universitarios en Laredo recordé a Vasconcelos. Su verdadera preocupación era que la guerra abierta mostrara un país tan descompuesto por la corrupción social que no encontrara el camino de regreso. Muy pocos tienen evidencia de qué tan sucias tenía las manos el hombre que más extradiciones llevó a cabo en la historia de México, lo cierto es que igual que Colosio él conocía las entrañas del monstruo. Ambos se llevaron su versión a la tumba ¿o aparecerá el libro de Vasconcelos?
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