México

Colombianización psicológica (I)

Los colombianos se sintieron prisioneros en sus ciudades, rehenes del miedo. ¿El resultado? Una sensación psicológica de que el país era inviable

El miedo domina, paraliza, manipula. Según el diccionario “es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. ¿Cómo vencieron el miedo los colombianos a los años de guerra por el narcotráfico y la guerrilla? En la década de los  ochenta surgió un renacimiento del narcotráfico, que fue y es el problema de fondo, la guerrilla se involucró con los cárteles y el problema cobró otra dimensión cuando además de la peligrosa fusión, el dinero era lo que les sobraba: importaron armas y explosivos y así nació la actividad terrorista. Las fuerzas armadas de Colombia no tenían como contrarrestar el embate y el presidente César Gaviria comete el histórico error de expedir un decreto de darle forma legal a lo que derivó en la formación de grupos paramilitares, que junto con la guerrilla se convirtieron en uno sólo: más narcotraficantes.

Era impensable salir de una ciudad a otra, uno u otro grupo estaban ahí y ambos eran violadores de los derechos humanos de manera flagrante y sistemática. Los colombianos se sintieron prisioneros en sus ciudades, rehenes del miedo. ¿El resultado? Una sensación psicológica de que el país era inviable. El escenario era el mismo al grado de que dos años antes de terminar su gestión el presidente Andrés Pastrana, el Departamento de Estado de Estados Unidos externó su preocupación porque veía que Colombia se estaba deteriorando al tal punto de que era imposible seguir con una democracia. El entonces candidato Alvaro Uribe tenía 10% de intención de voto a su favor, era tal el impacto psicológico de estar a merced de los grupos delictivos, que su popularidad aumentó por el compromiso adquirido de acabar con el miedo, y dicen, lo hizo enfocándose en objetivos muy claros con el fortalecimiento de las fuerzas armadas, de tener 150 mil elementos pasaron a 450 mil, la depuración de aquellos que tuvieran que ver con los paramilitares o la guerrilla y lo más importante: una acción social que se reflejó en destinar el 17% del producto interno bruto a programas de intervención social, con grupos denominados  “familias y jóvenes en acción”.

¿Y sabe quién le entró al quite también con una fuerza e impacto en la sociedad? Los psicólogos, uno de ellos Diego Castrillón Moreno del Colegio Colombiano de Psicólogos, me platicó que al no tener organismos definidos para auxiliar a la gente en el manejo de miedos y emociones, las universidades fueron las que dictaron las líneas sobre cómo actuar frente a ciertos fenómenos.

En Medellín, por ejemplo, la cuna del narcotraficante Pablo Escobar, se volvieron expertos en temas como el manejo del estrés postraumático, la descomposición familiar, viudez y duelo. Estos psicólogos trabajaron en sus consultorios y en las comunidades con una prioridad clave: la unión de las personas dentro de sus familias y grupos sociales.

La próxima semana le platicaré cómo fue que empezaron a tratar de sanar las secuelas de estas circunstancias. Cualquier semejanza con nuestra realidad, créame, no es mera coincidencia.  
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