México
Clase política
ueno, pues las cosas han cambiado y, lamentablemente, confirmo mi idea sobre la descomposición de la clase política en todo el mundo
Bueno, pues las cosas han cambiado y, lamentablemente, confirmo mi idea sobre la descomposición de la clase política en todo el mundo. No hay excepciones, simplemente unos son peores que otros.
En España, en un contexto de crisis económica severa, a punto del colapso, con más de cuatro millones y medio de desempleados, el Partido Popular, opositor y comandado por Mariano Rajoy, se niega a reunirse para buscar acuerdos precisamente para salvar a España de un rescate similar al de Grecia e Irlanda, y ahora Portugal, su vecino ibérico. Y es que las elecciones generales serán en 2012.
Noticias como ésta fortalecen la idea de que la democracia, como está, no nos está sirviendo, al contrario. Se reduce simplemente a un modus vivendi sumamente confortable y conveniente, poderoso, para quienes se autonombran servidores públicos.
Los procesos electorales son un teatro sin fin, una manera de guardar las formas de la democracia y de justificar la estancia en el poder de quien gane, aun cuando los niveles de abstencionismo o de anulación de votos vayan en aumento. Un voto de diferencia alcanza para acceder al poder y hacer y deshacer.
Es triste y preocupante lo que pasa en España y en otras partes del mundo, en donde no sólo se dizque practica la democracia, sino que se exige a economías débiles y “menos” democráticas, que abandonen sus formas de gobierno autoritarias si es que quieren sumarse al concierto internacional en un mundo globalizado (léase danza de los millones).
Si bueno, así están las cosas mientras, en paralelo, la sociedad se moviliza y avanza cada vez más con todo y que la clase política no se da cuenta y si acaso se percata, pues no le importa.
La mala actitud de los políticos en España es una pérdida lamentable, ojalá que no sea permanente; pero en países como el nuestro, en donde no existe una sola referencia concreta de unión ni muestras de generosidad pese a la situación tan grave que atravesamos, resulta indignante y desesperanzador que las propuestas de la sociedad civil, sus marchas y concentraciones, sus ideas puntuales, realistas y precisas para modificar y mejorar la estrategia contra el crimen organizado, por ejemplo, se sigan ignorando, menospreciando o descalificando.
Treinta y seis mil muertos en menos de seis años es una cantidad que supera cualquier escenario previsto e incluso advertido; pero para la clase política son muertos que no duelen, ni los de un bando, ni los del otro, ni los que pasaban por ahí o estaban en el lugar equivocado.
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