México
Carta de amor por Jalisco
En medio de la desazón de las ráfagas, de la estupidez de los granadazos, una carta que consuele. Va la mía, por Jalisco
En medio de la desazón de las ráfagas, de la estupidez de los granadazos, una carta que consuele. Va la mía, por Jalisco.
Declaro mi amor por esta tierra; por el pueblo wirrárika que baja a depositar su ofrenda en la isla de Los Alacranes; por el lanchero que lanza su tarraya cada tarde sobre la laguna de plata o en Bahía de Banderas o Costa Alegre; por los gringos que quisieron ser nuestros y hacer más lindo Ajijic, o Chapalita en Guadalajara.
Por la mujer que vende tomate milpero y mandarinas que son soles de invierno en el mercado de Santa Tere, en el Abastos o el del Mar, en Zapopan; por las tías de Juan José Arreola que hicieron leyenda los mejores cuernos de pan en Zapotlán de Orozco, y por La Feria, verdadera historia de Ciudad Guzmán; por las palabras de amor más bellas, pronunciadas por un cacique a la mujer imposible, que son las de Pedro Páramo a Susana San Juan, y por todas las letras que escribió Juan Rulfo.
Por el camionero urbano que frena cuando se atraviesa un chiquillo tras la pelota, o sube a su unidad una mujer; por el empresario que se atreve a disentir en asambleas tensas y apuesta por las formas civilizadas de acceder a la paz; por el alcalde que anima a trazar acuerdos entre pares y dispares.
Por las manos que cultivan el tomate en Sayula, y son nuestras “golondrinas” temporales; por el capellán al que se le atraganta la absolución tras confesión tremenda, y no lo hace sin que vaya incluida la reparación del daño como penitencia; por el malandrín que se arrepiente al ver los ojos de sus hijos niños y decide que es mejor un mejor mañana y deja las armas aunque le pidan cuentas; por el policía que no tiene jefe decente, pero se sostiene como un poste de luz en medio de las tormentas del barrio oscuro o la cárcel que cuida.
Por la mujer que teje con hilo y plegaria en los labios, su manto indígena en Manantlán; por las obreras del Valle del Silicón; por las bordadoras de Los Altos; por la clase media que sigue en pie de paz; por los limpiaparabrisas que mantienen a sus hijos aunque se les queme la piel por el sol del crucero; por los homosexuales y lesbianas, para los que quiero los mismos derechos que quiero para mí; por los obreros de la construcción; por los caricaturistas, por los poetas, que nos ayudan a no perder nuestro ser niños.
Por las pitayas y los arrayanes, yo te quiero, Jalisco, y sé que saldremos de tanta oscuridad por puro amor.
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