México
Candidatos ciudadanos
La ciudadanía tiene que estar en alerta permanente en lugar de dormitar y despertar cuando la crisis ya está garantizada
El politólogo Joseph Nye sostiene que un buen líder es difícil de definir, ya que la palabra “bueno” tiene dos acepciones distintas: moralmente bueno o eficiente. Un buen líder sería aquel que ayuda de modo eficaz a un grupo a lograr sus metas. En algunos casos, los objetivos pueden ser malos desde el punto de vista moral, pero eficientemente buenos.
Así entendemos que el líder es considerado un elemento crucial y positivo del juego político. Como sería el caso de los que piensan que con el PRI, pese a su corrupción, el país trabajaba mejor.
Pero, ¿por qué hay líderes malos? ¿Por qué los individuos se dejan seducir por gobernantes ineficientes, incompetentes, inmorales o corruptos? Los estudiosos en ciencias sociales no abordan con profundidad esas cuestiones, a pesar de que en México al igual que en América Latina los gobernantes que fortalecen su posición individual, postergando el bienestar colectivo, son el pan de cada día.
Este tipo de liderazgo no surge de la nada. Un líder ruin germina donde existen instituciones débiles, partidos políticos deslegitimados, corrupción, dosis de soberbia, falsificación del pasado y desmesurada sed de poder.
Esta clase de líder cuenta en general con una oratoria brillante, que combina sentimentalismo con agresividad y firmeza militar con seducción indiscriminada. Con todos estos ingredientes es probable que el resultado sea un conductor interesado en obstaculizar los cambios y alimentar la permanencia de tradiciones como el clientelismo, el caudillismo y autoritarismo.
Los líderes malos tienen, en general, brillantes capacidades para engañar a propios y ajenos y se crean una cobertura democrática plagada de referéndums, elecciones varias, movilizaciones sociales de apoyo, grupos de colaboradores vestidos del mismo color y eslóganes de vida o muerte.
Los partidos políticos se deterioran y devienen en meras máquinas electorales, y los seguidores dejan de ser individuos críticos, dotados de principios e ideas para convertirse en números de “marketing político”.
En los últimos años, los líderes parecen estar en ascenso y los partidos en decadencia, las democracias necesitan de ambos para funcionar adecuadamente.
Pero hay otra opción, y que no la veo nada mala. Los candidatos ciudadanos, a los que bien nos vendría dejarlos presentarse con opciones de liderazgo comprobado. Los hay y muchos. Mejores sin duda alguna que toda esa bola de lo mismo salidos del mismo lodazal.
La ciudadanía tiene que estar en alerta permanente en lugar de dormitar y despertar cuando la crisis ya está garantizada.
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