México

Bin Laden y un mundo seguro

La mayoría de los mexicanos enfrentamos la noticia de la muerte de Osama Bin Laden como si viéramos los promocionales de alguna superproducción de Hollywood

La mayoría de los mexicanos enfrentamos la noticia de la muerte de Osama Bin Laden como si viéramos los promocionales de alguna superproducción de Hollywood. Es una historia lejana para quienes viven en el México profundo acosados por problemas económicos y de inseguridad, pero es tan aplastante y repetitiva la promoción, que hasta en el más recóndito ranchito terminarán enterándose de la muerte de este árabe multimillonario, culpado por el derribo de las Torres Gemelas.

Al paso de las horas desde que estalló esta bomba noticiosa —dirigida con todo el oficio y la fuerza de la Casa Blanca, y bajo el frío cálculo político de los colaboradores cercanos del presidente norteamericano Barack Obama— se han sumado opiniones de todos los tamaños y en cualquier sentido. Del operativo norteamericano en Pakistán se pueden hallar comentarios de académicos, actrices, intelectuales, periodistas y presidentes de cualquier país. Está el caso del Presidente Felipe Calderón, que felicitó a la administración del (no se olvide) primer presidente negro de EU, cuestionado en varias ocasiones por su origen paterno, de raíces musulmanas.

Si en una o varias ocasiones usted se ha dejado envolver por la parafernalia cinematográfica y asistió al cine bajo la hipnosis de la publicidad machacona y ruidosa, es posible que también en una o varias ocasiones haya salido decepcionado (a) de la sala. Así es: eran más atractivos los comerciales que la película misma.
Algo parecido se puede esperar de este capítulo histórico. ¿Por qué?

A Obama le importa muy poco (más bien nada) que lo felicite Calderón o que Hugo Chávez, desde Venezuela, le exija con voz cavernaria y engolada que “frene la violencia en Asia Central después de la captura y muerte de Bin Laden”... Para el presidente gringo lo verdaderamente útil es el aumento de su popularidad y la aprobación gozosa, generalizada, que los estadounidenses dan a la muerte del terrorista por excelencia. Ahora se dedicará a cuidar este nuevo capital político hasta las elecciones presidenciales.

Barack Obama es, finalmente, un político. Despertó grandes simpatías y generó esperanza de cambio en todo el mundo donde se acepta el liderazgo económico, militar y político de los Estados Unidos; eso es válido y aquilatable... si representa votos. Al anunciar teatralmente y con la habilidad oratoria que lo hizo famoso la muerte del gran enemigo, dijo: “Su deceso debiera ser bien recibido por cualquiera que crea en la paz y la dignidad humana”. Esto es cuando menos cuestionable desde de una perspectiva ética que no halla en la muerte del culpable el remedio a los agravios que hubiera cometido.

Hay un futuro bastante fácil de predecir: la historia dirá que el 11 de septiembre de 2001 cayeron las Torres Gemelas y una nueva realidad mundial irrumpió. Lo que no sabemos es si entonces el mundo será más seguro.
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