México
Bajo el volcán
Inversiones millonarias se realizan en el ámbito deportivo, en donde las pasiones pesan más que la razón misma, con una cierta perversidad
El problema de los juicios de parte de la gente ante una decisión de esta naturaleza, en donde el inversionista se está jugando el todo por el todo y deja de considerar la tasa de retorno, produce una buena cantidad de reacciones y de comentarios que, muchas veces, nada tienen que ver con el valor que tiene en sí mismo y que se requiere para hacerlo, sino que se reduce a un chismorreo provinciano lleno de envidia y de celos, como sucede en los lavaderos del quinto patio.
Si estas inversiones millonarias se realizan en el ámbito deportivo, en donde las pasiones pesan más que la razón misma, con una cierta perversidad, esto que es una acción privada en agradecimiento a su ciudad, se convierte más bien en la novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry, en donde son los humos del alcohol los que despiertan las pasiones y el fanatismo correspondiente como el que sabemos existe en el futbol.
Por eso, no es de extrañar que esta inversión provoque más de un comentario desatinado.
Pero la verdad de las cosas es que el viernes pasado, como otros millones de curiosos, fuimos testigos a través de la televisión, del resultado de esta inversión llamado Estadio Omnilife que será, entre otras cosas, la casa de las Chivas del Guadalajara y que, en el sentido estricto de lo que vimos, es un verdadero palacio de los deportes, hecho con toda la mano y con lo mejor de lo mejor que puede haber en Guadalajara o en cualquier otra parte del mundo civilizado, y que seguramente ha implicado —supongo— una buena cantidad de sacrificios y fatigas para lograrlo, además de haber sobrepasado las crisis de la primera década del siglo.
El diseño es de Studio Massaud Pouzet de Francia y HOK y está hecho inspirado en los volcanes del “eje neovolcánico” en el paralelo 19° N, que va de las islas Revillagigedo en el Pacifico, hasta el Golfo de México, pasando por Jalisco, llamado así como resultado de un abrupto surgimiento de varios de ellos, como el Paricutín en 1943.
Los tapatíos y los mexicanos —independientemente del equipo al que le vayan— estamos orgullosos y agradecidos al ver el nacimiento de este nuevo volcán deportivo hecho con una inversión privada y con toda la mano. ¡Felicidades!
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