México

Así fue

‘‘Siempre creí que estaba cerca de mi trabajo. El ruido de los aviones me hacía pensar en ello…’’

“Siempre creí que estaba cerca de mi trabajo. El ruido de los aviones me hacía pensar en ello. Siempre que pasaba un avión nos teníamos que callar, porque era tal el ruido que nos impedía seguir la conversación. Creo que no me llevaron muy lejos de donde me secuestraron. Recuerdo que se me vinieron encima y mejor decidí ceder. Fueron muy violentos y a punta de empujones y gritos me echaron a la cajuela. Primero pensé en mi mujer y mis hijos. No sabía si estaba soñando, o de plano era una mala pesadilla.

“Llegamos, creo, a una casa, y me metieron en el baño; sólo se podía ver la luz exterior por una pequeña ventana y me encadenaron. Les hice saber que si con alguien tenían que hablar era conmigo. No les importó; al paso de los días me dio la impresión de que se habían roto las negociaciones o que yo ya no les interesaba. Pensé en lo cerca que estaba de la muerte.

“Estaba inmovilizado con la cadena. Dormía en un colchón, pero por la humedad enfermé. Nunca supe qué pasaba en el exterior. Pensaba que estaban negociando y confiaba en que la gente cercana de la empresa supiera qué hacer. Un día traté de fugarme. Al ir al baño no vi a nadie y miré una puerta abierta. Corrí y me vi en libertad, pero antes de llegar me detuvieron a golpes; mire cómo me dejaron la rodilla. A partir de ese día la vigilancia fue mayor y la cadena se hizo más corta. Ya casi no me podía mover. Creo que eran cinco, cuatro hombres y una mujer. No eran guerrilleros, eran delincuentes.

“Una noche entró la Policía. Me liberó después de vivir un año en un baño. Habían pedido cinco millones de dólares. Mi familia estuvo varias veces a punto de pagarlo, pero por extrañas razones no se hizo. Tras varios días de mi liberación hablé con la Policía. Les dije que quería dar a los que me liberaron dos millones de dólares, pero que se los quería dar personalmente porque no confiaban en los jefes. Se los di y pedí además que trataran bien a mis secuestradores. Creo que se debe a lo que llaman síndrome de Estocolmo.

“Cuatro meses después, los mismos que me habían secuestrado intentaron hacerlo de nuevo, mis escoltas lo impidieron. Se me acabó la paciencia y pedí que se encargaran de ellos, así fue. No me he podido recuperar. Mandé a mis hijos y a mi mujer a Miami. Después de 12 años estamos tratando de regresar, pero lo que pasó no lo olvido, no lo voy a olvidar. Mi negocio está en toda América Latina y los gobiernos no entienden nada. Uno de ellos mató la esperanza de un candidato en que yo creía y que fue asesinado en un acto de campaña”.

¡OOOUUUUCHCHCHCH! No sólo era un caballero, era extraordinario amigo y gran padre de familia. La industria de la radio y la televisión se dignificaron con su voz y su influencia. Ya se le extraña: era hombre echado para delante y amaba al país y creía en él. Don Joaquín Vargas Gómez nos va hacer falta. Mi solidaridad y cercanía con su muy querida familia
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