México

Árbitro o jugador

Si la privatización fuera la clave para la atención a los problemas de servicio y desarrollo de la población, la banca mexicana sería una de las mejores del mundo

Si la privatización fuera la clave para la atención a los problemas de servicio y desarrollo de la población, la banca mexicana sería una de las mejores del mundo, pues no sólo está privatizada, sino extranjerizada. Pero esta banca no ha satisfecho a los usuarios; sus servicios son caros y están restringidos a los créditos para el consumo, dejando de lado los créditos de inversión para el desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa y, claro, para el campo.

Porque esta privatización sólo ha favorecido a los bancos que envían sus importantes ganancias a sus países de origen; o se han utilizado para amortiguar las crisis que los países desarrollados tienen debido a sus especulaciones, como fue el caso del rescate, con dinero mexicano, de los bonos chatarra de Estados Unidos. Al final se tiene banca privatizada, pero que no ha respaldado el crecimiento de México.

Y para seguir con las falacias, si eliminar las prácticas monopólicas fuera otro de los secretos para asegurar competitividad y calidad, la televisión mexicana sería una de las mejores —dos enormes empresas compitiendo por espectadores—, pero la realidad demuestra que ha sido todo lo contrario. Porque México tiene, en una abierta competencia televisiva comercial, una programación de vergüenza, que no contribuye a la construcción de ciudadanía —como todos los medios de comunicación debieran hacer en tanto espacios nacionales a concesión—, y que, además, socava lo poco que de educación y civilidad le queda al espectador, éste sí, indefenso en aras de la obtención de ganancias al más bajo costo: vulgaridad y falta de creatividad.

Entonces, ni la privatización es la panacea, como tampoco la pelea contra Carlos Slim resulta la salida correcta para pretender —con el pretexto de una justa (¿?) competencia— dejar todo en manos del interés televisivo duopólico, porque al final no resultará en beneficio de los consumidores, menos del país.

Por ello se escucha mal que el Presidente, más como jugador que como árbitro, diga: “Respeto mucho a Carlos Slim… pero soy la autoridad y necesito regular el mercado para evitar las prácticas monopólicas”. Porque si de verdad el Estado mexicano, por fin, ha regresado a regular el mercado, hay otras muchas áreas por las que debe empezar… porque si el actual Estado, o lo que queda de él, quiere retomar la regulación económica, debe empezar por reactivar el mercado interno con el apoyo de la banca —privatizada—, a la economía con inversiones de riesgo para el desarrollo.

Porque si Calderón quiere asir los bártulos —aunque sea a última hora—, debe recordar que es caminando junto con la sociedad, escuchándola, atendiéndola en sus necesidades, que se puede construir, no sólo competitividad, sino nación para enfrentar los retos actuales, en ese juego devastador que tiene al país en suma cero.
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