México

Aprendizajes ante las emergencias

Mas temprano que tarde, la naturaleza nos cobra facturas

Mas temprano que tarde, la naturaleza nos cobra facturas. Los terremotos ocurridos en Haití y Chile son evidencia de los devastadores efectos que puede ocasionar un sismo, pero sobre todo, una cruda muestra de la fragilidad de nuestras ciudades —construcciones físicas y sociales—, ante fenómenos que son involuntarios y a veces hasta inevitables, pero a los que estamos expuestos.

Se ha señalado que los daños en Haití son desproporcionadamente mayores a los de Chile, principalmente debido a la calidad de sus construcciones.

Las consideraciones sísmicas son reguladas en Chile por la Ley General de Urbanismo y Construcciones; su aplicación permitió que pese a la magnitud del sismo (el quito mayor en la historia del planeta y decenas o cientos de veces mayor al de Haití) la respuesta de las edificaciones fue bastante buena.

El sismo ha puesto sobre la mesa no solamente los asuntos  de seguridad en las edificaciones, sino también en los espacios públicos. Estos sitios se convierten en lugar común ante las catástrofes y son el refugio de miles de ciudadanos quienes pierden o tienen en riesgo sus viviendas. Después de un terremoto, los espacios públicos recuperan de manera forzada su rol fundamental. Nadie quiere dormir en su casa, lo hace en los patios, banquetas, plazas y parques. Estudios evidencian que si el sismo hubiera sido en día y hora laboral, los daños hubieran sido mayores; este hecho ha obligado a una amplia revisión de medidas preventivas ante contingencias, mismas que no estaría por demás revisar y en su caso ir adoptando.

En Chile, los profesionales de la ciudad y la arquitectura, tienen el gran reto de mantener su reconocimiento internacional, aplicándose ahora a un estado de emergencia.

Las recientes catástrofes de distintas magnitudes que nos están ocurriendo a todos, obliga a revisar nuestras prácticas.

Hace unos días en el marco del Congreso Internacional de arquitectura Arquine, se convocaba a repensar la arquitectura, entre otras cosas, “ante los territorios dañados por el crecimiento acelerado”, ahora tenemos que hablar  además de los territorios dañados por los sismos, las inundaciones, las sequías,  el cambio climático y tantos otros fenómenos que van mostrando la fragilidad de nuestro hábitat, sobre todo si actuamos irresponsablemente.  

En torno a un evento catastrófico, cada disciplina debe revisar sus capacidades, sus responsabilidades, su rol social; pero también lo tenemos que hacer frente a las prolongadas crisis que también han puesto en cuestionamiento las prácticas tradicionales.  “Reorientar la disciplina hacia un nuevo paradigma, más atentos a las revoluciones energéticas y tecnológicas que a privilegiar el consumo”, fue uno de los planteamientos del Congreso.

¿Qué tan preparados estamos y  cómo operar ante una contingencia?, ¿cómo se comportarán nuestras edificaciones?, ¿qué pasará con aquellas construcciones que han ignorado los señalamientos y la información que evidencia no estar en sitios seguros? ¿cuándo contaremos con un Atlas de Riesgo que regule y prevenga categóricamente el desarrollo territorial?....“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.
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