México

Ante otra oportunidad... perdida

El directivo de The Economist ofrece una lista de razones por las cuales algunos países como el nuestro han sido subestimados por la economía global

Condenado y purgando una sentencia que pasa ya de los 10 años de mediocridad, al contrario de las estirpes de García Márquez, condenadas a 100 años de soledad, México sí podría tener una segunda oportunidad sobre la Tierra.

Por lo menos así lo sugiere Adrian Wooldridge, el editor director de “The Economist” en uno de los reportes publicados esta temporada sobre las perspectivas del mundo en el año y el decenio que arrancan.

Tras ser relegado por tres lustros al grupo de economías ignoradas, después de haber sido una estrella de los mercados emergentes hasta 1994, el estudio de Wooldridge propone rescatar a México de la irrelevancia global en que empezó a caer a partir del colapso financiero de 1995, precipitado con el error de diciembre de 1994 y prolongado por el manejo político de la crisis, que clausuró el ciclo mexicano de reformas estructurales que se había iniciado en los ochenta y profundizado en la primera mitad de los noventa.

Wooldridge parte de que el mundo rico seguirá con su crecimiento anémico y que será el mundo emergente un eje de dinamismo y creatividad en la escena internacional en la década que empieza, con más de 50% del crecimiento global, con 700 millones de personas ingresando a las clases medias y con una participación importante en la innovación de los negocios.

Pero Wooldridge introduce aquí un matiz: las chicas hasta el año pasado más populares en el baile de graduación de los mercados emergentes, Brasil, Rusia, India y China, sufren ya la ley de los rendimientos decrecientes. Y aunque en este ensayo la nueva estrella será Indonesia —con sus empresas innovadoras, su creciente clase media y su relativa estabilidad política— en América Latina, sostiene este experto, habrá que echarle otra mirada a México por el éxito de sus negocios y su floreciente clase media.

El directivo de The Economist ofrece una lista de razones por las cuales algunos países como el nuestro han sido subestimados por la economía global, razones por las que no será nada fácil su ascenso al primer grupo de mercados emergentes. Y para el caso de México aduce que ha sido arruinado por la guerra del narco.

Pero quizás a Wooldridge le falta echarle un vistazo a la acumulación de rezagos estructurales, legales e institucionales que aportan dificultades adicionales a la opción mexicana a una segunda oportunidad de volver al grupo que encabeza las economías emergentes. Y sobre todo debería echarle un vistazo a sus clases dirigentes y a sus líderes políticos para advertir no sólo sus incapacidades para construir los acuerdos indispensables que permitan reabrir el ciclo de reformas estructurales, sino sus limitaciones, su falta de visión y su derroche de los recursos y las energías de la nación en una descarnada y cada vez más descontrolada lucha por el poder.

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