México

Amor que supera la discapacidad

En un encuentro deportivo pierde las dos retinas de manera instantánea a los 14 años; una década después, retoma la vida

CIUDAD DE MÉXICO (13/FEB/2011).– Andrea se había ido lejos, llevaba dos meses sin convivir con Marcos. Al llegar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), justo en la salida internacional corrió hacia él, pero no recibió el abrazo de vuelta. Después vendría la explicación: “Es que no logré escucharte, no te percibí”, dijo él.

Marcos, su pareja, es ciego.

Lo anterior es sólo uno de los desafíos de Andrea al relacionarse con un hombre ciego. Ella es normovisual.

“Tuve que aprender a amar de otro modo”, dice la autora de los relatos 'Mi vida diaria con mi amor ciego', que publica periódicamente en la página de internet www.discapacidad.com.

Marcos y Andrea se conocieron hace 12 años. Laboraban en una empresa como guías para que personas que no son ciegas pudieran experimentar lo que es vivir con esta discapacidad.

Con el tiempo, Andrea comenzó a acompañar y a guiar a Marcos hasta la estación del metro que usaba para trasladarse al salir del trabajo. Una tarde él le pidió un beso y ella se animó.

Ahí nació el respeto hacia un hombre que la sorprendía por su determinación de no darle gusto a la adversidad.

“Decidí moverme”


La adversidad para Marcos Velázquez inició un día en que al jugar un partido de futbol americano estrelló su casco contra otro compañero y al instante perdió ambas retinas. La ceguera fue instantánea. Tenía 14 años.

Tres intentos fallidos de suicidio y la determinación irrevocable de quitarse la vida fueron los antecedentes de la capacitación que Marcos decidió tomar 10 años después del accidente.

“Siempre pensé que recuperaría la vista, hasta que una década después del accidente supe que algo definitivo y sin regreso había ocurrido, que esto me había torcido la vida, pero decidí moverme. Imposible saber si el accidente me hizo distinto, pero comencé a verlo como una oportunidad”.

Marcos se incorporó a la Escuela Nacional de Ciegos. Obtuvo un diplomado en la UNAM, en Eutonía y Quiropraxia; un diplomado en la Universidad de Chapingo en Ortopedia y Osteoterapia, y actualmente se desempeña como masoterapeuta y rehabilitador físico, así como conferencista del curso “En contacto con la ceguera”.

Hace dos años no sabía nadar; hoy entra a la alberca todos los días a las seis de la mañana, sin falta. Se describe como un hombre de retos. Lo que sigue es aprender inglés y braille. “El inglés, porque Andrea lo habla y quiero aprenderlo; el braille para poderle leer cuentos a mi hijo”, dice.

“Junto con mi compañero de vida, Marcos Velázquez, he ofrecido por nueve años la conferencia “En contacto con la ceguera”, en la que hablamos sobre la experiencia que vivió al perder la vista durante su adolescencia. Acercamos el tema de la discapacidad visual a la percepción de la realidad social de las personas, con la intención de cambiar la idea y la actitud.

¿Un hijo? ¿Por qué no?


Al paso de los meses, Marcos y Andrea decidieron vivir juntos. Luego nació Ben, su hijo.

Ambos comentan que sus carácteres fuertes han hecho que la relación no sea fácil. “A veces me quejo de las situaciones poco comunes que vivo con Marcos.

Considero que es normal que me parezcan extrañas y que no las maneje adecuadamente, dado que él es la única persona ciega con la que he convivido en toda mi vida”, dice Andrea.

Ella tuvo que aprender a respetar los lugares de Marcos en la casa, así como sus hábitos personales. Resultaba difícil incluso salir con sus amigas y comentarles detalles que parecían nimios. ¿Cómo explicarles que resultaba casi imposible encontrarse con Marcos en un lugar público?¿Cómo explicarles que mis relaciones sexuales son distintas?

“Tuvimos problemas con nuestras familias; no entendían por qué yo había decidido tener una relación con un ciego. A Marcos un familiar suyo le decía que sospechaba que yo quería hacer una suerte de experimento o ensayo con él para la universidad, y que esa era la razón por la que estaba con él. La familia pensaba que yo acabaría por mantenerlo, cuando ha sido todo lo contrario: ambos trabajamos y aportamos a nuestro hogar”.

Según Andrea, los demás no entendían cómo podía disfrutar al entrar con Marcos al cine y describirle lo que ocurría en la pantalla; tampoco entendían que no había nada que le gustara más que leerle un libro, viajar y describirle los paisajes, los tonos del cielo o la forma como él la tocaba en la intimidad.

“Mis manos se fueron convirtiendo en mis ojos y con ellas fui descubriendo el cuerpo de Andrea, un cuerpo que me gusta todo”, dice Marcos mientras ella agrega: “Si algo me gusta de este hombre es que él hace su parte y yo la mía. Él cumple con sus responsabilidades y yo con las propias. Hemos atravesado por situaciones difíciles en la relación y actualmente asistimos a terapia.

“Lo que sé de cierto es que al final del camino yo siempre me veo con Marcos”, afirma. Él responde: “Hay dos cosas con las que Andrea siempre contará: la primera, que nunca dejaré de tocarla porque necesito hacerlo para sentirla, y la segunda: que jamás voltearé a ver a otra mujer que no sea ella, por lo ciego que estoy, ¡claro! Ciego de amor.

Despertar extraviado

“Marcos, mi compañero, casi siempre comenzaba su sueño antes de que yo iniciara el mío. Mucho antes. Cuando el reloj daba la una o las dos de la mañana, mientras yo me preparaba para entrar a la cama, hacía sin querer algo de ruido con las cobijas o con el clóset. Y de pronto, en medio de la noche, me impresionaban sus ojos rojos muy abiertos. Se sentaba abruptamente sobre la cama y firmemente hacía sus preguntas bravuconas: ‘¡¿Qué?, ¿qué Andrea?, ¿qué está pasando?, ¿dónde estamos?, ¿Andrea?’ Las primeras veces que pasó eso, me asusté muchísimo. Primero no entendía; le preguntaba por la mañana, pero él no recordaba.
“Pasó el tiempo, y por las tantas veces que despertaba extraviado, fui perdiendo el susto”.

“Recuerdo que durante mucho tiempo tuvo pesadillas, sobre todo cuando comenzamos a vivir juntos. Estaba pensando en eso, y ahora, después de tantos años, creo que estaba asustado. Asustado de responsabilizarse de una familia, de mantenerla y cuidarla.

El proceso de aceptación

Elda Riaño, directora del área de Sicología de la Fundación Humanista de Ayuda a Discapacitados (Fahdi), dice que cuando las personas adquieren una discapacidad, generalmente atraviesan por tres procesos: el duelo, el reconocimiento de su nueva imagen corporal y la readaptación a la familia y al entorno
Síguenos en

Temas

Sigue navegando