México

Alejandro Encinas: la piedra en el estanque

Encinas ya está en campaña y los priistas no pueden seguir como novia indecisa, deshojando la margarita. Les urge un candidato ya, y fuerte

La virtual candidatura de Alejandro Encinas al Gobierno del Estado de México puede tener efectos inimaginables. El gran revulsivo que requería no sólo la elección local sino todo el proceso hacia 2012. Un catalizador que apunta en todas direcciones. Como si se tratase de una piedra que, arrojada a la quietud de un estanque, provoca ondas concéntricas y expansivas. De qué tamaño serán, dependerá de los próximos días y semanas.

Por lo pronto, representa el mayor triunfo político de Marcelo Ebrard desde que asumió la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y se metió a la batalla por la Presidencia de la República en 2012. Lo muestra como un artista del tejido fino de la política, cada vez más escaso en estos tiempos de cavernícolas y cuatreros. Es de Ebrard no sólo el mérito de la construcción y el consenso de una postulación —que tuvo muchos simpatizantes pero igual fieros oponentes—, sino también de un acuerdo político fundamental con Andrés Manuel López Obrador; ni más ni menos que su potencial adversario primario en la presidencial. En la comida convocada por Marcelo, López Obrador fue no sólo el gran ausente, sino también el gran presente.

El caso es que Ebrard convenció a Encinas de que fuera candidato, acordó con Andrés Manuel ir paso a paso, coordinó al PT y Convergencia y rebasó por mucho a un PRD cuya actual y paquidérmica dirigencia se mueve en cámara lenta. Lo dicho por Jesús Ortega de que hay que respetar los tiempos del partido resulta hasta conmovedor. Los perredistas no tienen ningún otro candidato.

Pero hay otras implicaciones más allá del ámbito de las izquierdas. Y están en el carril de junto. Ahora el PRI, y concretamente los señores Humberto Moreira y sobre todo Enrique Peña Nieto, están presionados y en serio. Encinas ya está en campaña y los priistas no pueden seguir como novia indecisa, deshojando la margarita. Les urge un candidato ya, y fuerte. Y ahora, menos que nunca, pueden darse el lujo de escoger al más bonito, al más cuate o al más incondicional. Tendrán que optar por el más sólido, el más experimentado, el más ganador, el más probado. Y en su baraja sólo hay uno así. Y ellos lo saben. Si se equivocan, será el suicidio político de Enrique Peña Nieto, quien podría ver derruida su ventaja en las encuestas rumbo a 2012.

Otro efecto colateral es que en el PAN tendrán que hacer a un lado la soberbia y aceptar que no tienen un precandidato tan prometedor como Encinas, y buscar la alianza, aun a regañadientes, si quieren sobrevivir. Un paso que también provoca durísimas resistencias en las izquierdas, en López Obrador y en el propio Encinas. Porque por supuesto que es posible que Alejandro gane así como va, pero con el PAN sumado, ya no es cuestión de matemáticas, sino de pura aritmética. Una suma que no garantiza nada pero que, obviamente, amplía las posibilidades de triunfo.
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