México
Abril 22 ó 29
Toda aquella semana fue terrible y, para algunos, en quienes se cebó el presidente de la República aprovechando la catástrofe, las graves penurias duraron unos 200 días más
Conscientemente decidí retrasar una semana este recordatorio en espera del regreso de los muchos tapatíos que aprovecharon la Semana Santa para irse de vacaciones.
Claro que hoy, en plena Semana de Pascua, también hay mucha gente fuera de sus casas, pero el número es mucho menor…
Finalmente, si se mira con cuidado, da lo mismo el 22 o el 29 de abril, dado que la zozobra que padecimos hace 19 años no terminó con el ocaso del día de las explosiones. En muchos sentidos la desgracia sobrevive. En el barrio de Analco las heridas siguen visibles y no faltan quienes aun no hayan sido resarcidos ni siquiera de las pérdidas materiales. En el ámbito general, Jalisco sigue padeciendo al desastroso grupo que advino al gobierno en buena medida como una reacción de la gente a los desfiguros del gobierno federal de entonces, capitaneado por Carlos Salinas de Gortari –casi tan nocivo como el de hoy-.
Toda aquella semana fue terrible y, para algunos, en quienes se cebó el presidente de la República aprovechando la catástrofe, las graves penurias duraron unos 200 días más. De tal manera, lo mismo daría el 22 ó el 29 de abril o las primeras horas del 18 de diciembre, cuando los queridos amigos que íbamos a visitar cada semana dejaron su injusta prisión de Puente Grande.
Como bien lo representó aquel “Baboso”, genial personaje creado por Manuel Falcón para recordar durante muchísimos días que los jaliscienses esperábamos al menos una explicación de lo ocurrido, todo Jalisco sigue todavía de baboso, esperando y sintiendo náuseas cada vez que le vemos la cara al irresponsable que, a la sazón, la rifaba de Jefe del Poder Ejecutivo Federal. Por fortuna, gracias a Zedillo, no logró su pretensión de perpetuarse en el poder, de frente o agazapado, por un lapso que a lo mejor no habría concluido aun.
Lo bueno es que, picando aquí y allá, ligando un cabo con el otro y recogiendo la información que gota a gota ha ido manando de muchos resquicios, finalmente el imaginario colectivo ha llegado a poner la mira de la culpabilidad donde debía: la presidencia de la República y su camarilla.
¡Claro! Se trata de un culpable demasiado alto para poder cobrarle la factura, pero nos queda el consuelo de que la población, que tantos males le debe, cada vez lo recuerda de una manera más ajustada a sus merecimientos.
Pensamos que nunca más deberían ocurrir hechos de tal naturaleza por culpa del gobierno federal, como las inundaciones de Tabasco de hace dos años y, quizá, también las de Chalco del otro día, entre muchos otras que han derivado de la falta de competencia y sobrada corrupción de las autoridades de un país que parece ser gobernado por sus peores enemigos.
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