México
A medio camino
En el primer trienio del régimen ha ocurrido todo lo que no debió pasar
pionero de la radio
En el primer trienio del régimen ha ocurrido todo lo que no debió pasar; infinidad de calamidades económicas y políticas. Han quedado cicatrices.
La crisis, agravada por un mal manejo interno; no llegó de un día para otro, avisó; la eficacia fue vencida por la soberbia. En consecuencia, las promesas de empleo y combate a la pobreza quedaron entrampadas. Hay tormenta de números rojos: seis millones más de pobres, tres millones en el desempleo, 70% de la población en riesgo de caer en pobreza.
La lucha contra el crimen organizado sigue cobrando más víctimas (van 15 mil) y encarcelando menos verdugos. Esa guerra arroja saldos injustificables; se duda si el costoso embate calderonista era indispensable en tales términos, o fue más bien un pretexto de legitimación del poder luego de tan cuestionado arribo.
Si el Presidente retrata al país en entrevistas y discursos, también podemos retratarlo a él. Para ello, me permito reproducir fragmentos de algunas ideas publicadas por el analista Alfonso Zárate, en su Lectura Política: “[…] Calderón es un político profesional. Abierto al legítimo intercambio de prendas y a la negociación en corto —suele ser complicado a la intemperie— con los opositores leales […] Un gobernante sobrio, severo y eficaz en el cumplimiento de su primer deber: desarmar a los antagonistas del chantaje, el lenguaje violento y el dogma que los confirma como un ‘peligro para México’ […] Un político templado y de temple, como lo quería la sociedad que cuenta y lo celebró la mayoría ciudadana […] Un político sagaz, avispado y valiente. Realista y pragmático […] Es por ello —subraya el politólogo— que ahora sorprenden la intemperancia y el ánimo rijoso en el discurso. La escasa disposición a conceder razón a quienes discrepan de la perspectiva oficial. […] El presidente Calderón luce cada vez más solo, ensimismado, irritable. Y eso no le hace bien a la República. Especialmente cuando faltan tres largos años de conducción extraordinariamente compleja […] ¿O será justamente eso: que el malestar y la irritación enmascaran el profundo hartazgo de un político profesional […] de escasa tolerancia a la frustración y la derrota?”.
En la conmemoración del tercer año de gobierno, el Presidente anunció: “Es hora de cambiar a fondo [...] Propongo pasar de la lógica de los cambios posibles a la lógica de los cambios de fondo”. Lo mismo dijo hace tres años, lo mismo repetirá cuando entregue la banda. A Felipe lo apura la desventura. No vemos a un Presidente enviando mensajes de esperanza, sino explicaciones, a modo de disculpa. A la mitad del camino, el Presidente se percibe harto, y buena parte de la población, también.
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