México

2012: ¿Retorno al pasado o fin de una era?

Hoy ninguna de las tres principales organizaciones partidistas nos puede decir que ellos saben cómo hacerlo, cómo salir de la crisis social en la que estamos

Los partidos han comenzado ya a mover sus fichas para la grande. Por eso es tiempo de que diversos actores de la sociedad se propongan también ser protagonistas de esa justa, retomar un espacio fuera de la zona destinada a los espectadores. Hay tiempo para tratar de evitar que la competencia se reduzca al agandalle entre dispendiosas maquinarias que lucrarán con la pobreza de millones de votantes, a los que “movilizarán” para así marcar la diferencia.

Antes de las pasadas elecciones legislativas federales, Denise Maerker hizo en su espacio radiofónico un ejercicio político-periodístico con distintos candidatos a diputados. Les propuso al aire una serie de preceptos para que se comprometieran, o no, a incluirlos en la agenda del Congreso. Ella podrá dar cuenta de su propia satisfacción con respecto al cumplimiento de la palabra empeñada por los hoy diputados, pero ¿por qué no pensar que distintos sectores —académicos, empresarios, artistas, líderes religiosos, sindicatos, etcétera— conformasen un panel que prefigure los escollos que más nos atoran para que la elección pase por la formulación de soluciones para esos temas, y no sólo por factores tácticos que los partidos decidirán en una lógica mediática de mera ganancia de votos?

Hoy ninguna de las tres principales organizaciones partidistas nos puede decir que ellos saben cómo hacerlo, cómo salir de la crisis social en la que estamos. El PRI no podría, por ejemplo, explicar cómo es que gobiernan en 20 entidades en las que no han podido hacer una diferencia para sus habitantes. Cómo es que tienen mayoría en la Cámara de Diputados y liderazgo en la de Senadores y la parálisis legislativa campea. Cómo es que son precisamente los estados priistas escenario de los homicidios de más alcaldes, de un ex candidato a gobernador, de un ex gobernador, de matanzas continuas, etcétera). Con sus peculiaridades, otro tanto se podría decir de panistas y perredistas.

Dado que el sistema está diseñado para que no exista una verdadera rendición de cuentas por parte de los políticos, las elecciones se convierten en una de las poquísimas ocasiones en las que la clase política es obligada a algo. ¿Qué les vamos a pedir en concreto? ¿O sólo reseñaremos los cotilleos de las campañas?

De la sociedad depende que en 2012 el dilema en la urna vaya más allá de tener que elegir entre el retorno al pasado o la perpetuación del impasse. (Falta además ver si las distintas izquierdas construyen una narrativa de una posible tercera opción). Pero sobre todo, hay tiempo para demandar que la elección represente un referéndum sobre puntos específicos, y se aleje lo más posible a ser una farsa en la que el impulso del voto no surja ni de la personalidad, ni de las ideas, ni de las propuestas de los candidatos, sino de las mañas y los recursos extralegales de los aparatos partidistas.
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