México
— “Va de nuez...”
—Éste es un gato con los pies de trapo y con los ojos al revés; ¿quieres que te lo cuente otra vez?...
—Sí.
—Éste es un gato con los pies de trapo y con los ojos al revés; ¿quieres que te lo cuente otra vez?...
—Sí.
—Éste es un gato con los pies de trapo... (Y así, ad infinitum).
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Ya hay una nueva versión del viejo “Cuento de nunca acabar”. A saber: “El asesinato del cardenal Posadas fue un crimen de Estado, por cuyo esclarecimiento no hay interés; ¿quieres que te lo cuente otra vez?...”.
El episodio más reciente consiste en una demanda del Gobierno de Jalisco para que la Suprema Corte de Justicia dilucide y determine si hubo irregularidades, omisiones o violaciones a los derechos humanos por parte de los funcionarios del Poder Judicial que participaron en la pesquisa iniciada a raíz de lo que parecía inimaginable: que en el bastión principal del catolicismo (Guadalajara), del país más católico del mundo (México), el dignatario eclesiástico más prominente (el cardenal arzobispo, nada menos), en un lugar tan público como el estacionamiento del aeropuerto internacional, cuando acudía a recibir al nuncio Girolamo Prigione, el prelado muriera asesinado por las balas disparadas en un inexistente “enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes”.
Tanto la “hipótesis de la confusión” (la “verdad oficial”, proclamada mediante el célebre “Nintendo de Carpizo” por el entonces procurador general de la República —Jorge Carpizo—, con la parafernalia digna de un truco de mago cibernético, cuando el cadáver de Posadas aún estaba tibio), como la “teoría del complot” defendida a capa y espada por quienes rechazaron, por simplista, a la primera, y prefieren otra, en que hay un “mayordomo designado” —el jefe del gabinete del Presidente Salinas, José María Córdoba Montoya, para que se cumpla en él la maldición de que en ésta, como en todas las novelas policíacas, “el mayordomo es el culpable”—, acusan inconsistencias al por mayor. Una y otra resultan ofensivas para la inteligencia del observador serio, imparcial, objetivo... y, sobre todo, para la memoria de la ilustre víctima.
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En el fondo de la promoción del Gobierno de Jalisco ante la Suprema Corte, subyace la intención de que se reabra el caso. Si sigue siendo cierto lo que dicen los criminalistas, cuando afirman que, en asuntos así, “cada día que pasa nos aleja de la verdad”, habrá que concluir que hoy, para ser exactos, estamos seis mil 163 veces más lejos de la verdad que aquel 24 de mayo de 1993.
“Y colorín colorado...”.
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