México

— ''Una de cal...''

Una de cal —¡aleluya, aleluya...!— por las muchas que van de arena

Una de cal —¡aleluya, aleluya...!— por las muchas que van de arena.

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Los ecos de las recientes, polémicas reformas al Código Civil del Distrito Federal, que permitieron la celebración, en su territorio, de “matrimonios” entre personas del mismo sexo y abrieron la puerta a la posibilidad de que esas “parejas” adopten hijos, aún no se extinguen del todo... Por una parte, aún falta que se hagan las adecuaciones a otras leyes —la del Seguro Social, por ejemplo, ya en proceso— para que se cumpla a cabalidad el precepto que establece que los actos del Registro Civil (y el matrimonio es uno de ellos) realizados en un Estado de la República, tienen plena vigencia en todos los demás. Falta, por otra parte, que se plantee formalmente —y, sobre todo, que se resuelva— alguna solicitud de adopción por parte de dos hombres o dos mujeres unidos en la nueva modalidad del “matrimonio”. Y falta, adicionalmente, aunque sea de manera tangencial, hasta cierto punto anecdótica, que se resuelvan en los juzgados las dos querellas formuladas por el jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, contra el cardenal arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez: una por la insinuación de que aquél “maiceó” (mexicanismo por “sobornó”) a los ministros de la Suprema Corte para que convalidaran la constitucionalidad de las referidas reformas al Código Civil, y otra por su aseveración, publicada como artículo de opinión de su autoría en el semanario de la arquidiócesis, de que tales reformas, supuestamente contrarias al consenso mayoritario sobre esos temas, son más características de una dictadura que de una democracia.

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Ahora, a la vista de la iniciativa ciudadana que se promueve para que el Congreso local “blinde” el Código Civil del Estado de Jalisco, estableciendo de manera expresa, taxativa y categórica que el matrimonio implica necesariamente la concurrencia de dos personas de distinto sexo —hombre y mujer, pues—, es válida, lícita y plausible la posición de Su Eminencia al instar tanto a sacerdotes como a fieles, sobre los que tiene ascendiente de carácter moral, a respaldar esa iniciativa... Una cosa es pedir que las leyes civiles convaliden el concepto de familia postulado y sostenido por la Iglesia, y otra cosa es disentir con respecto a conceptos diferentes por la vía de las ofensas y las descalificaciones viscerales. Lo primero corresponde a quien tiene conciencia de que vive en un Estado de derecho. Lo otro corresponde a usos y costumbres que se supone quedaron superados cuando los hombres aprendieron a vivir en sociedad, a respetar sus diferencias... y a dejar, en fin, en un pasado remoto la época de las cavernas.
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