México
— Paulette
Los crímenes, en un país como México, son cotidianos. Son rutinarios
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El caso de la niña Paulette Gevara se convirtió en noticia, la semana pasada, por la misma razón por la que en Guadalajara fue noticia, una semana antes, el caso del niño presuntamente asesinado por su padrastro. Primero, por la preocupación generalizada que suscita un aparente secuestro: cualquiera, con un mínimo de sensibilidad, capta que esa historia pudiera ser la suya. En eso, precisamente, consiste el interés (del latín “inter”: en, y “essere”: estar). Después, el interés se magnifica por el viraje espectacular del suceso hacia el más horrendo de los posibles desenlaces: la muerte del menor aniquila la esperanza de que la historia tenga, después de todo, un final razonablemente feliz. Y lo peor: que el culpable del crimen en que no se quería pensar resulte ser el más insospechable, en teoría, de los protagonistas, convierte la noticia —que no simplemente nota— en tragedia.
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La posibilidad de que el análisis de esa información no sólo se oriente hacia los especialistas (criminólogos, siquiatras....), sino se democratice al máximo y se deje, por obra y gracia —¿o desgracia...?— de los modernos medios de comunicación (blogs, redes sociales...) a merced de Juan Cuerdas y Perico de los Palotes, implica graves riesgos. El mayor de todos, que un debate que debería orientarse, de manera responsable, a los campos del derecho y de las ciencias que estudian la conducta humana, para separar la paja de las especulaciones gratuitas del grano de la verdad; para que se busque más la justicia que la venganza visceral; para que prevalezca la razón sobre la pasión, en fin, al cabo se estrague a medida que se incorporan comentarios irresponsables, de ignorantes, necios y cretinos que incriminan, culpan, descalifican, sentencian y aun pretenden ejecutar las sentencias, a partir de “latidas”, antipatías o “conclusiones” infundadas.
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De la democracia podrán ponderarse muchas bondades; podrá decirse que “como sistema de gobierno es malo..., aunque menos malo que todos los demás”. Sin embargo, como método para hacer justicia —verdadera justicia— en casos como el de Paulette, es tan eficaz como poner rebaños de ovejas al cuidado de manadas de lobos.
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