México
— Obsequio
Quien considere pertinente la recomendación del amable obsequio, podría subrayar la ya consignada frase del más conspicuo de los teólogos y el más calificado de los exégetas
—No entiendo a los teólogos...
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Benedicto XVI —hoy por hoy el teólogo por antonomasia— tomó la pluma para ejercer su derecho a pontificar; es decir, a exponer sus opiniones con tono suficiente... aunque, en el caso, no necesariamente dogmático. En “Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”, libro de 348 páginas, editado en siete idiomas y puesto a la venta la semana pasada en todo el mundo con motivo del inicio de la Cuaresma, afirma que Jesús, a su paso por la historia y merced al legado conceptual que dejó en los evangelios, “inauguró el reino no político del Mesías y empezó a separar dos realidades que hasta ese momento eran inseparables”. Para cancelar de antemano la posibilidad de malas interpretaciones, el propio Papa cita por su nombre propio, de manera inequívoca, a dichas realidades: “Política y fe”; “pueblo de Dios y política”; “religión y política”; (Iglesia y Estado, para decirlo pronto).
Habla el Jefe de la Iglesia Católica de que el mensaje de Jesús sólo es válido “a través de la cruz”. Lo subraya: “Sólo a través de la pérdida de todo poder exterior”. Y lo amplía: “Jesús no viene como destructor; no viene con la espada del revolucionario. Viene con el don de la curación”.
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Quizá convendría obsequiar sendas copias del libro de Benedicto XVI a los miembros del “Colegio de Abogados Católicos (aunque no necesariamente cristianos) de México” y al director de Comunicación Social de la Arquidiócesis de México, que en días pasados “exigieron” reformas a la Constitución general de la República, “para poder combatir (eso dijeron: combatir) a los partidos políticos que considere (algo demasiado subjetivo; algo que muy bien puede depender del humor de que tan eminentes ciudadanos amanezcan) contrarios a la doctrina católica”.
Quien considere pertinente la recomendación del amable obsequio, podría subrayar la ya consignada frase del más conspicuo de los teólogos y el más calificado de los exégetas: “Jesús no viene como destructor; no viene con la espada del revolucionario. Viene con el don de la curación”...
Podría subrayarla, por si los beligerantes “abogados católicos” no fueron a misa el día que se proclamó el pasaje evangélico (San Lucas, 6; 9): “Al que te hiere en una mejilla, ofrécele la otra”.
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