Cultura

La Coperacha: el faro de la creatividad

La compañía de títeres, dirigida por Antonio Camacho, celebra décadas de llevar teatro a las infancias 

Guadalajara es una ciudad con un rico patrimonio cultural, y entre sus múltiples joyas artísticas destaca La Coperacha, una compañía de títeres que ha dejado huella en la infancia de generaciones enteras. Antonio Camacho, director de esta compañía, en entrevista con EL INFORMADOR, recuerda con cariño cómo recorrieron prácticamente todas las escuelas y colonias de la ciudad durante los años 80 y 90, llevando obras como “Matías y el pastel de fresas” y “Alicia en el País de las Maravillas”. 

“Si fuiste a una escuela primaria en esos años en Guadalajara, seguramente viste alguna de nuestras obras”, comenta Camacho. “Lo interesante es que formas parte de la sensibilidad cultural de la gente, pero a veces no te ubican”, reflexiona con humildad.

La Coperacha no sólo ha sido un faro de creatividad para los niños de Guadalajara, sino que en los últimos años ha encontrado un hogar que refleja su espíritu resiliente y su compromiso con la cultura: la Casa Reforma, ubicada en la calle Reforma 369, una de las fincas virreinales más antiguas del Centro tapatío. Desde hace trece años, esta compañía ha trabajado arduamente para restaurar y preservar este monumento de valor patrimonial, transformándolo en un espacio dedicado a las artes escénicas. “Somos como esta casa”, afirma Camacho. “Es la más antigua de la ciudad, muy importante, todos la han visto, pero poca gente la ubica. De alguna manera, siento que la casa nos estaba esperando, como si fuera nuestro destino llegar aquí. Es una conjunción de lo antiguo y lo nuevo, la persistencia en el tiempo, y la creación de patrimonio cultural, tanto material como inmaterial”.

Este 2024, la compañía celebra un logro significativo: la renovación del comodato otorgado por el Ayuntamiento de Guadalajara, que les permitirá conservar la Casa Reforma hasta el año 2043. Hasta la fecha, han logrado restaurar el 50% de la finca, con obras que comenzaron en 2014. Para La Coperacha, este espacio no es sólo un lugar físico, sino un símbolo de su misión y visión artística.

Colectivo innovador y tradicional

Al preguntarle a Antonio Camacho cómo definiría a La Coperacha, su respuesta refleja la diversidad y la riqueza de esta compañía. “Somos un colectivo de artistas escénicos, literarios y plásticos enfocados en la niñez, en la preservación del patrimonio, y en la innovación en las artes escénicas”, explica. 

Cabe señalar que la compañía ha abordado desde teatro tradicional de títeres de varillas hasta ópera contemporánea y montajes experimentales. “Nosotros pretendemos ofrecerle a la ciudad una manera distinta de abordar el teatro y el arte para las infancias”, añade.

Casa Reforma. La sede actual de La Coperacha está siendo restaurada desde el 2014; este 2024, la compañía logró la renovación del comodato otorgado por el Ayuntamiento de Guadalajara, que les permitirá conservar el inmueble hasta el año 2043. EL INFORMADOR/Archivo

El origen 

La Coperacha nació en enero de 1980 con una clara inclinación hacia el teatro popular y político, en un contexto donde las carpas teatrales eran comunes en las plazas públicas. Su nombre mismo, “Coperacha”, proviene de la práctica de pasar el sombrero entre los asistentes para financiar las funciones callejeras. Francisco Flores y Antonio Camacho, como fundadores de la compañía, junto con Olga Gámez y Héctor Caro, decidieron que el teatro sería su medio para conectar con la comunidad. 

“El teatro es el motor de la sociedad”, sostiene Camacho, citando al dramaturgo brasileño Augusto Boal, quien enfatizaba la importancia del teatro en la formación de la sensibilidad humana.

Autogestión como motor

La gestión de las artes escénicas desde la autonomía ha sido una característica distintiva de La Coperacha. Camacho reconoce que su enfoque es particular y sobresaliente, pero lo atribuye a una tradición profundamente arraigada en la cultura mexicana, y en particular, en la tapatía. Desde el movimiento muralista hasta la Escuela Mexicana de Pintura, la autogestión ha sido un motor para el desarrollo de las artes en el país.

En su juventud, Camacho fue marcado por programas como “Desarrollo de la comunidad” de la Universidad de Guadalajara, que lo llevaron a alfabetizar y dar clases de música en las colonias más pobres de la periferia de la ciudad. Esta experiencia moldeó su visión del arte como una necesidad de compartir y conectar con los demás. “El arte es la necesidad de tener a alguien con quien compartir”, cita Camacho de Carlos Marx.

Teatro y lectura de la mano

Además del teatro, La Coperacha ha trabajado intensamente en el fomento a la lectura entre los niños. Desde 2012, la compañía ha impartido talleres de literatura infantil, y ha producido tres antologías literarias: “La letra con sangre no entra” (2014), “Comunidades invisibles” (2015), y “Donde las copas tienen vochos” (2022). Estos talleres, dirigidos por César Camacho, coordinador literario de la compañía, han permitido a los niños explorar la praxis literaria, creando sus propios cuentos y desarrollando una conexión profunda con la literatura.

Los talleres no sólo se imparten en espacios tradicionales, sino también en espacios públicos, lo que ha permitido a La Coperacha acercarse a un público más amplio y diverso. “Son talleres de literatura orientados hacia la autoría infantil. Esta apropiación de las artes y la literatura no es sólo lo que les dejan leer, sino algo que ellos pueden crear”, comenta César Camacho.

Nuevos proyectos y un documental

Escenografía empleada en diversas historias de la compañía de títeres. EL INFORMADOR/J. Urrutia

La Coperacha mira hacia el futuro con entusiasmo y determinación. Actualmente, están preparando dos óperas contemporáneas: una basada en los diseños del monero Jis y otra en la novela “Los de abajo” de Mariano Azuela. Además, están trabajando en una instalación para Papirolas que incluye mojigangas y cabezones mascarones.

Además, uno de los proyectos más emocionantes para Antonio Camacho es la producción de un documental que narrará los 45 años de historia de La Coperacha. Este proyecto no sólo celebrará la trayectoria de la compañía, sino que también ofrecerá una reflexión sobre la política cultural y las dificultades que enfrentan las compañías de teatro en México. “Contar ese devenir de una compañía que nace en las calles de Guadalajara y termina en la casa más antigua de la ciudad nos da un pie muy padre para reflexionar sobre la política cultural y la capacidad de supervivencia de los artistas de artes escénicas”, comenta Camacho.

La longevidad y la sostenibilidad de La Coperacha se reflejan en su capacidad para adaptarse y reinventarse, siempre con la mirada puesta en el futuro. “Nos sentimos muy precarios, como si estuviéramos empezando, pero también llenos de energía y con la determinación de seguir adelante”, concluye Camacho. Con 45 años de historia a sus espaldas, La Coperacha sigue siendo un pilar de la cultura tapatía, y su legado continuará inspirando a nuevas generaciones de artistas y espectadores por muchos años más.

Arte sin tiempo

Títeres y escenografía de la compañía La Coperacha. EL INFORMADOR/J. Urrutia

Antonio Camacho se muestra optimista en cuanto a la relación que hay entre el teatro y las nuevas generaciones. A pesar de las diferencias en contextos sociales y culturales, la esencia de la niñez permanece constante. “He aprendido que, al final de cuentas, el niño es el niño. La infancia incluso se queda en el adulto; nosotros a veces concebimos al adulto como un niño grande, que carga una infancia”, observa.

Camacho recuerda con especial cariño la anécdota de un niño que, tras ver una de sus obras, exclamó: “¡Qué padre está esto! Parece como cine”. Este tipo de experiencias, donde los niños descubren el poder y la magia del teatro de títeres, es lo que mantiene viva la pasión de Camacho y su equipo.

A lo largo de los años, La Coperacha ha llevado sus puestas en escena a diversas partes del mundo, desde Europa hasta Irán, y siempre se encuentra con una constante: la inocencia y la capacidad de asombro de los niños son universales. “Nos enfrentamos a un niño, sin importar el país. La inocencia del niño es la misma en cualquier lugar, y eso es lo que los acerca al teatro cuando crecen”, reflexiona.

El origen del amor por los títeres

Antonio Camacho compara su amor por los títeres con su pasión por el jazz, al señalar que en ambas disciplinas predomina la improvisación y la interacción con el público. EL INFORMADOR/J. Urrutia

El vínculo de Antonio Camacho con los títeres tiene raíces profundas, tanto conscientes como inconscientes. Se inspira en las teorías del psicólogo argentino Enrique Pichon-Rivière, quien hablaba de la formación de una matriz interna y externa de la sensibilidad. La matriz interna, según Pichon-Rivière, se forma a partir de las experiencias tempranas en el núcleo familiar, mientras que la matriz externa se desarrolla con la exposición a influencias externas como la escuela, la iglesia, y los medios. “En esa segunda matriz, nada queda tan fuerte como un títere. Los adultos recuerdan muchas cosas de su infancia, pero la mayoría recuerda una función de títeres”, afirma Camacho.

Su amor por los títeres se entrelaza con su pasión por el jazz, un género musical que, al igual que el teatro de carpa, se basa en la improvisación y la interacción con el público.

“El teatro de carpa tiene las mismas estructuras que el jazz. Tienes un tema y sobre ese tema improvisas, y el público te desvía y te hace improvisar hacia otro lado. Es una polirritmia y una polifonía bellísima que, de manera popular, se vuelve muy rica”, explica.

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