Jalisco

Víctimas de “Jova” extienden labores de limpieza

En la población, el sentimiento de la resignación está por encima de la tristeza; pocos recuerdan a las autoridades.

CIHUATLÁN, JALISCO (18/OCT/2011).- Han pasado siete días ya, desde que el huracán “Jova” entró con un nivel 2 en la escala Saffir-Simpson a las costas de Jalisco, y a este punto las labores de limpieza, retiro de escombros y señalética afectada, aún no terminan.

Los ciudadanos de la golpeada Costa Alegre de Jalisco inician su jornada diaria sin prestar atención al trabajo en los platanares y huertos frutales. Al final, estos ya no existen y, por ende, su empleo tampoco.  La tarea para la comunidad costera inicia desde temprano, tomando una escoba, un recogedor y un sinfín de trapos, para continuar limpiando el domicilio.

Las calles siguen sepultadas entre arena y lodo; los avances respecto a las primeras horas de que el meteoro embistiera a la Entidad sí son notables, pero aún hay sitios y comunidades incomunicadas, así como caminos intransitables. El propio gobernador, Emilio González, da cuenta de al menos 40 zonas anegadas, aunque han pasado 168 horas desde el huracán.

Las tiendas apenas comienzan a reabastecerse, los negocios ya abren sus puertas, la comida y el agua son más sencillas de conseguir, pero el daño está hecho ya. Las posesiones se perdieron; están en el mar, o bien, en poder de alguno de los improvisados “cazatesoros” que aprovecharon la desgracia de la gente para lanzarse al mar y hallar un poco de fortuna después de la tormenta.

Respecto a las comunicaciones, una incongruencia se vivió en este tenor desde que los primeros vientos crecían en intensidad. Hoy, los centros de Internet, o cibercafés, lucen abarrotados; los jóvenes entran y el primer sitio que visitan guarda una coincidencia extraña: Facebook. El contraste: las líneas de teléfono apenas comienzan a estabilizarse, aunque las señales de telefonía celular continúan con fallas intermitentes.

“Pues ya qué le hacemos; nomás queda seguir para adelante”, comenta una señora de no menos de 60 años, quien arroja con fuerza la arena que entró a su modesto domicilio, a la par que un par de dientes asoman al fingirse una sonrisa. Un grupo de individuos que, a palazos, intentan cargar un camión, detienen su trabajo cuando un par de piernas bien moldeadas —y exhibidas por la brevedad de unos shorts— pasan frente a ellos. “Por eso vale la pena estar aquí”, el piropo de menor intensidad que salió de entre el grupo.

La tristeza no impera; la cerveza no deja de venderse, y las grandes compañías refresqueras hacen llegar su producto sin demora. Tanto el ánimo como la necesidad de lucro han burlado a un huracán que azotó con fuerza, y cuya secuela más evidente es la resignación.  

EL INFORMADOR / ISSAK DE LOZA

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