Jalisco

—Valores y laicismo (y II)

Respeta lo mismo el derecho de algunos a creer en la eficacia de los talismanes, la astrología y el tarot, que el de los creyentes a dar la vida por defender los dogmas que el agnóstico se resiste a aceptar

De los diversos enunciados incluidos en el Credo —síntesis de las creencias de los cristianos—, el agnóstico acepta, sin el mínimo reparo, uno: que Jesucristo “padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado”. Lo acepta porque, además del de los evangelistas —que de suyo serían dudosos—, hay testimonios históricos de que así fue. Todos los demás se quedarían entre signos de interrogación: desde Dios como causa y origen de todas las cosas, hasta “la vida perdurable”; por una razón elemental: ninguno es comprobable de manera experimental.

—II—

Los “valores universales” que monseñor Christophe Pierre quisiera ver incluidos con urgencia en los sistemas educativos —y que lo están, de hecho—, pueden condensarse, como el espectro cromático, en tres básicos: verdad, bondad y belleza. El laicismo, que el Nuncio Apostólico en México identifica con hipocresía (“fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”, según la Academia), respeta lo mismo el derecho de algunos a creer en la eficacia de los talismanes, la astrología y el tarot, que el de los creyentes a dar la vida por defender los dogmas que el agnóstico se resiste a aceptar: desde la filiación divina de Jesús hasta la santidad de la Iglesia; rechaza, en cambio, que alguien quiera imponer tales aseveraciones, absolutamente improbables (imposibles de probar), como verdades absolutas... Vaya: saltando al terreno de la belleza —otro de los “valores universales”—, todos somos libres de elegir entre Johan Sebastian Bach y Joan Sebastian a secas, o entre Anna Netrebko y Cruz Lizárraga, digamos por ejemplos... pero no tenemos ningún derecho a imponer nuestro gusto a nadie. Así: a nadie.

—III—

Si de valores vamos a seguir hablando, las enseñanzas de Jesús son, seguramente, respetabilísimas, irreprochables normas de conducta y modelos de vida: la solidaridad, el perdón, el amor al prójimo... Sin embargo, monseñor Pierre, de la misma manera como cualquiera capta que “cristiano” (imitador de Cristo) o “creyente” no son sinónimos de “sincero”, ni éste y aquéllos son necesariamente vocablos incluyentes (y usted, Su Ilustrísima, debe conocer, con nombres y apellidos, unos cuantos ejemplos de ello...), un mínimo de honradez intelectual, asociada, de preferencia, con los ejemplos de respeto al prójimo que Jesús dio a sus discípulos —caridad cristiana, la llaman algunos—, lo llevará a la conclusión de que “laico” e “hipócrita” tampoco lo son.

Colofón: Pax tecum.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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