Jalisco
Uso de drogas preocupa a usuarios de parques
Para el González Gallo hay dos vigilantes que deben encargarse también del Agua Azul, a poco más de un kilómetro de distancia
Inhala, una y otra vez, pero nadie le llama la atención. El motivo es que los dos guardabosques de Guadalajara que recorren este parque no están por el momento, ya que es turno de vigilar otra área: el Agua Azul.
La dinámica de los elementos de seguridad es recorrer los dos parques, debido a la corta distancia que separa un área de otra, de poco más de un kilómetro por Avenida Dr. R. Michel. En esos momentos, dice el segundo comandante de los guardabosques, Pedro Arturo Molina Carbajal, es cuando algunas personas aprovechan para entrar al centro recreativo y drogarse. Y así ocurre: el hombre permanece en el parque unos 10 o 15 minutos. Después se levanta y sale a la calle por la entrada más alejada de los corredores, la de Avenida R. Michel y Río Zapotlán.
La posesión de droga es el delito más recurrente en los parques de Guadalajara. Esta infracción es más frecuente en el Parque González Gallo, donde no hay vigilancia permanente, pero sí recorridos por la zona. Para garantizar la seguridad en el centro recreativo, el equipo de Guardabosques del Ayuntamiento tapatío destina dos elementos en cada turno para cubrir las rutas de vigilancia, que también incluye el Parque Agua Azul.
“Se vigilan estos dos parques porque están cercanos”, expresa Molina Carbajal. El Parque González Gallo es el centro recreativo con la mayor incidencia de delitos. El motivo, dice el guardabosque, es que las personas “no ven la vigilancia” y aprovechan para drogarse en el espacio, aunque se justifica diciendo que no ha habido incidentes “fuertes” en estos dos espacios públicos.
El hombre, que pertenece a la Secretaría de Seguridad Ciudadana, reconoce que la construcción del nuevo centro comercial, que se encuentra enfrente del área verde, ha ayudado a disminuir los delitos en la zona, ya que hay más iluminación y flujo de personas.
Otros espacios que sí cuentan con vigilancia permanente son el Parque Liberación, también conocido como El Deán, Los Colomos, la Barranca de Huentitán y la de Oblatos.
Para El Deán, por ejemplo, hay un equipo de tres elementos, pero en el caso de Los Colomos, que es más grande, el número de elementos de seguridad es superior. A la Barranca de Huentitán se destinan cuatro guardabosques, quienes recorren el área y reportan los incidentes desde la entrada del parque hasta el Puente de Arcediano.
El director de la Policía de Zapopan, David Mora Cortés, señala que también en su demarcación la constante es la portación de drogas blandas, como la mariguana, así como el consumo de alcohol en lugares prohibidos.
La voz del experto (Fernando Fernández)
La seguridad, un problema global
La ciudades en general se enfrentan a problemas de inseguridad desde la gestión e infraestructura de los espacios públicos que brindan a la sociedad. El arquitecto urbanista, Fernando Fernández, comenta que la seguridad hoy en día es un problema global en el que tanto académicos, como investigadores y funcionarios están pendientes del tema, “está tomando relevancia en la agenda diaria, es un tema que preocupa a autoridades nacionales e internacionales, nos ocupa a todos”.
Comparte también que el tema de la seguridad se ve de dos maneras, la real, la que tiene que ver con los datos duros y la estadística, así como la percepción de la sociedad, del cómo se siente la gente en estos espacios. “Un tema es sobre los actos que suceden, lo violento o de delincuencia, el otro aspecto es la vulnerabilidad como seres humanos, de cómo nos sentimos, a veces lo que la gente percibe es una enorme desconexión de los que sucede en realidad. La seguridad también tiene que ver con la capacidad de respuesta que tenemos ante un evento”.
Aunque hay ciudades importantes que tienen un sistema de monitoreo eficiente que equilibra la capacidad de supervisión en los espacio públicos, la seguridad sigue siendo un tema mediático que concierne a todos, desde la óptica del arquitecto, en el país se ha avanzado en este tópico pero aún falta mucho por hacer. “Si hablamos de los incendios en los bosques, atropellados en la calles, zonas marginales donde puedan existir más delitos, un temblor, etc. Creo que estamos en pañales, se ha ido caminando, en diferentes momentos a partir de varias experiencias; ha habido un esfuerzo, han surgido instituciones, se han desarrollado, hay una coordinación, pero hay un mundo por caminar donde tenemos que ser mucho más participativos como sociedad, como organizaciones civiles, como sector público, como iniciativa privada y todo esto para poder enriquecer las prácticas e investigar las raíces y conocer las consecuencias y orígenes de estos problemas en todos los áreas, tanto en la casa, como en el edificio y en los espacio públicos”.
En cuanto a la inversión destinada para proteger estos espacios que son para la gente áreas de recreación, Fernández responde que, “me parece que todo recurso que se invierta en mejorar las condiciones de seguridad para nuestra sociedad deberá de ser celebrado y deberá de ser apoyado, de entrada quisiera creer que es insuficiente porque en general es insuficiente (el presupuesto) para todas las actividades que se desarrollan, me queda claro que hay muchas tareas por hacer”.
Subraya que la seguridad concierne también a los ciudadanos y a las asociaciones, “deberíamos de tener un rol muchísimo más activo con los espacios públicos para gestionarlos de una manera más adecuada, buscando que haya mayor vitalidad en los mismos, para que se usen en muchos más horarios, para que tengan usuarios de diferentes edades, géneros, con distintos requerimientos, para permitir que los espacios sean habitados la mayor parte del tiempo”.
CRÓNICA
“Ya no queremos que nos asusten”
Detrás de los barrotes, María Elena Espinoza Rodríguez atiende con pulcritud una tienda de abarrotes a la que llaman La Escondida. Y en este negocio, localizado frente a la puerta principal del Bosque El Centinela, hay cosas que no se olvidan. Como esa vez que entró una camioneta del Semefo, el 12 de abril, para recoger el cadáver de alguien que sólo fue a pedalear.
“Nosotros ni supimos mucho ese día, nomás vimos que entraron el montón de patrullas; ya cuando vimos la camioneta del Semefo y que salieron con una bicicleta, mi marido ya no dejó salir al niño”.
Y el niño, su niño, ya tiene prohibido cruzar la calle, sacar la bici, salir después de que el sol se oculta. Es raro. Este 30 de abril deberían de escucharse risas por todos lados, pero el Bosque El Centinela luce desolado. La presa de Los Patos tiene decenas de aves que nadie ve, que pocos escuchan. Y el parque, al que venían muchas personas, “pues se está quedando solo”.
—Cómo le fue en las ventas del domingo —se le pregunta a una María Elena retrasada con las obligaciones.
—Uy, estuvieron bien malas. Como la mitad de la gente que viene cada domingo. Y nos pega (en lo económico), quieras que no; lo que nosotros queremos es que ya no nos asusten.
—Pero ahí están las patrullas— hay dos, que son los únicos vehículos en el estacionamiento.
—Pues sí, vinieron ya que pasó todo. Ahora hasta andan diciendo que van a poner cámaras. A ver si es cierto.
El riesgo es que en el bosque El Centinela haya cámaras que videograben la soledad.
CRÓNICA
No se salvó ni la cadena de Hidalgo
Doña María Elena Lomelí, vecina de la Colonia Higuerillas, asegura que siguen siendo frecuentes problemas de seguridad en el parque El Deán, en Guadalajara. “Ahorita no se ve tanto mariguano, pero si se roban todo: más tardan en acomodar los cables de la luz que en lo que se los vuelven a robar. Dicen que son vándalos de otras colonias, se meten al parque en la noche, roban a la gente; ahorita, que anochece tarde, se ve todavía a las personas caminando y corriendo”.
Cuenta la señora, vecina del parque ubicado al sur de la ciudad, que “una vez nos dijeron: ‘¡Se salen por favor!’. Y yo les dije: ‘¿Por qué?’. Ellos (los guardabosques) me respondieron: ‘Porque ya anocheció, y sálganse por la puerta’. Y yo dije: ‘¿Pa’ qué? Con tanto hoyo que hay aquí, por donde sea nos podemos salir’. Es que ahora ponen barandales y también los tumban (los delincuentes)”.
María Elena, de 50 años, dice sentirse segura en los alrededores del parque; “ya estoy acostumbrada, ya conozco a todos los de por aquí”, pero insiste: “Antes pasaban más seguido los guardabosques, pero ahora ya no”.
Carlos y Renato y un grupo de amigos salieron temprano de la escuela. “Somos de la (secundaria) 144; salimos temprano porque hoy fue Día del Niño”, y, como siempre que pueden, pasan un rato en el parque. “Sí asaltan mucho, más en la noche”, dice Carlos; “los que roban son la gente que viene a trabajar al parque, son “cholillos” que andan drogos”.
Los niños dicen que la gente puede estar segura en el parque hasta las ocho de la noche, momento en que las cosas cambian. Y nadie se salva, ni siquiera el Padre de la Patria, inmortalizado en el centro de El Deán en una escultura: “Los ‘cholillos’ se robaron un pedazo de cadena de don Miguel Hidalgo”.
Entre los espacios que sí cuentan con vigilancia permanente están el Parque Liberación o El Deán, Los Colomos, la Barranca de Oblatos y la de Huentitán
FRASE
"Ya no hay muchos vigilantes: antes hasta salían en moto a patrullar, ahora nada más están retacados en su guarida "
María Elena Lomelí, vecina.
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