Jalisco
Una gota de 450 millones
El tema Lago de Chapala es un embrollo tan grande para funcionarios y legisladores, que no tienen capacidad de acordar y aplicar un paquete de soluciones viables, concisas y de impacto medible
Lago de Chapala es un embrollo tan grande para funcionarios y
legisladores, que no tienen capacidad de acordar y aplicar un paquete de soluciones viables, concisas y de impacto medible, como las que surgen de los escasos políticos con tamaño de estadistas que despuntan de vez en vez.
El tamaño del nombre de una comisión de diputados es proporcionalmente inverso a la posibilidad de cumplir sus objetivos. A título más largo, más cortos logros.
El diputado Madrigal, jalisciense y panista para más señas, abordó el titánico reto con discurso voluntarioso y ánimo encendido, hay que reconocerlo. Pero hasta ahí. La noticia más clara que ha podido compartir sobre los logros de la comisión que preside, es que se destinarán 450 millones de pesos anualmente, para corregir problemas añejos y graves, en una cuenca que nace en el Estado de México y desemboca en el Océano Pacífico, luego de arrastrar por medio país toneladas de suciedad y una arraigada indolencia de gobernantes y usuarios del río. Y esto pasa por el Lago de Chapala, nuestro querido lago.
Cuatrocientos cincuenta millones de pesos son como una gota de agua en la laguna que sólo recuperará esplendor cuando los agricultores tengan recursos y asesoría para tecnificar el riego y abandonar añejas prácticas de “rodado” del agua, que sólo propician el desperdicio y no garantizan mejores cosechas. Tampoco les alcanza ese dinero para dejar de utilizar plaguicidas que inevitablemente, acaban en el agua que ya no alberga los peces que nuestros abuelos comieron.
El dinero no alcanzará nunca, admitió el diputado, pero tampoco se consideran proyectos de menor tamaño, como plantas de tratamiento en las zonas más contaminadas de la cuenca, que funcionen antes de terminar el período de los actuales diputados, en 2012. Vamos, ni siquiera hay un censo confiable de granjas e industrias que contaminan el Lerma y el Santiago y eso sí podría hacerse en un tiempo relativamente corto. Una meta como esta sí es accesible. Y después otra y así, paso a paso.
Hace algunos años, el empresario Raymundo Gómez Flores fue senador por Jalisco. Desde el Senado, se consagró a la Cuenca Lerma Santiago. Igual que a Madrigal, los recursos apenas le alcanzaron para mantener el entusiasmo.
Mientras lavaba los platos, una anciana comentó, convencida, que son mentirosos los mensajes machacones que recomiendan cuidar el agua porque se va a acabar. ¿Cómo va a ser eso —preguntaba—, si hay tanta en el mundo? La ingenuidad de la abuela —que al menos no cuesta 450 millones al año— es parecida a la de algunos políticos; de unos pocos, porque otros desbordan malicia.
Acabo de entrevistar al diputado federal César Madrigal; el señor es presidente de la Comisión Especial para la Cuenca Lerma Chapala Santiago Pacífico. Nombre largo como el río. Luego de escucharlo durante unos minutos, constaté una vez más que el tema
El tamaño del nombre de una comisión de diputados es proporcionalmente inverso a la posibilidad de cumplir sus objetivos. A título más largo, más cortos logros.
El diputado Madrigal, jalisciense y panista para más señas, abordó el titánico reto con discurso voluntarioso y ánimo encendido, hay que reconocerlo. Pero hasta ahí. La noticia más clara que ha podido compartir sobre los logros de la comisión que preside, es que se destinarán 450 millones de pesos anualmente, para corregir problemas añejos y graves, en una cuenca que nace en el Estado de México y desemboca en el Océano Pacífico, luego de arrastrar por medio país toneladas de suciedad y una arraigada indolencia de gobernantes y usuarios del río. Y esto pasa por el Lago de Chapala, nuestro querido lago.
Cuatrocientos cincuenta millones de pesos son como una gota de agua en la laguna que sólo recuperará esplendor cuando los agricultores tengan recursos y asesoría para tecnificar el riego y abandonar añejas prácticas de “rodado” del agua, que sólo propician el desperdicio y no garantizan mejores cosechas. Tampoco les alcanza ese dinero para dejar de utilizar plaguicidas que inevitablemente, acaban en el agua que ya no alberga los peces que nuestros abuelos comieron.
El dinero no alcanzará nunca, admitió el diputado, pero tampoco se consideran proyectos de menor tamaño, como plantas de tratamiento en las zonas más contaminadas de la cuenca, que funcionen antes de terminar el período de los actuales diputados, en 2012. Vamos, ni siquiera hay un censo confiable de granjas e industrias que contaminan el Lerma y el Santiago y eso sí podría hacerse en un tiempo relativamente corto. Una meta como esta sí es accesible. Y después otra y así, paso a paso.
Hace algunos años, el empresario Raymundo Gómez Flores fue senador por Jalisco. Desde el Senado, se consagró a la Cuenca Lerma Santiago. Igual que a Madrigal, los recursos apenas le alcanzaron para mantener el entusiasmo.
Mientras lavaba los platos, una anciana comentó, convencida, que son mentirosos los mensajes machacones que recomiendan cuidar el agua porque se va a acabar. ¿Cómo va a ser eso —preguntaba—, si hay tanta en el mundo? La ingenuidad de la abuela —que al menos no cuesta 450 millones al año— es parecida a la de algunos políticos; de unos pocos, porque otros desbordan malicia.
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