Jalisco
Un poco locos
O los tapatíos estamos locos o a las autoridades no les ha caído el veinte
En el caso de la Vía Express, el argumento fundamental del Gobierno es que la obra no le va a costar al erario, que se trata de una inversión privada que es buena para la ciudad. En realidad por el flujo esperado, es una obra que beneficia a cerca de 40 mil personas, que es 1% de la población. Pero si con eso es negocio, se argumenta, cuál es el problema. Sin embargo en esta obra hay dos temas delicados. El primero tiene que ver con vigilancia. Nadie le va a entrar a una obra de ocho mil millones de pesos sin una garantía de flujo.
Financieramente lo más delicado es el contrato, que en cualquier caso habrá que vigilarlo para que no exista la posibilidad de que en unos años tengamos un fobaproita de acambarito. El tema central, y que se ha discutido mucho menos, es que el hecho de que la obra no cueste dinero no quiere decir que no tenga costos para la ciudad: construir un segundo piso en avenida Inglaterra tiene efectos sobre toda la zona. Lo más importante es que el proyecto no nació de una necesidad consultada con los vecinos sino de una idea, que puede ser buena o mala, planteada en un escritorio.
En el caso del túnel de La Minerva sucede algo similar. De entrada no pereciera que quitarle tráfico a La Minerva sea una prioridad. No es un punto especialmente conflictivo en una urbe donde el problema de tráfico es enorme.
El municipio de Guadalajara tiene 20 cruces más urgentes a resolver que ése donde ya hay un túnel que canaliza López Mateos. Lo que necesita Guadalajara es transporte público y sistemas alternativos de movilidad. Ampliar la glorieta más simbólica de la ciudad puede ser una gran idea, pero por más que le hagan, seguirá siendo un nodo de articulación de cuatro avenidas con seis bocas y la conexión de los dos ejes más importantes del Poniente de la ciudad, es decir seguirá teniendo tráfico. Pero otra vez, los vecinos se enteraron por los medios que el Ayuntamiento quiere hacer una obra que, buena o mala, nadie les consultó.
Y a lo mejor sí, los tapatíos estamos un poco locos, somos raros, especiales y anti todo. Pero ese es un dato que las autoridades, tapatías también, deberían saber de memoria.
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