Jalisco

Un ingeniero de árboles: Agustín Gómez y Gutiérrez

La ingeniería fue la profesión que abrazaron quienes construyeron lo mejor del siglo XX tapatío

La ingeniería fue la profesión que abrazaron quienes construyeron lo mejor del siglo XX tapatío. Los azares de la historia local hicieron que, entre 1899 y 1930, la opción local para quienes quisieran acercarse a las disciplinas constructivas fuese la mítica Escuela Libre de Ingenieros, fundada y dirigida por don Ambrosio Ulloa.

De esta institución egresaron las generaciones que dieron forma y solidez a mucho de lo que por esas décadas se construyó en Jalisco. Presas, ingenios, caminos, puentes, tempranas edificaciones industriales, fraccionamientos, edificios y casas. No había mayor distinción entre los géneros que los ingenieros acometían. Su sólida formación técnica, su comprensión del medio físico en el que se desenvolvían, y un esencial sentido común no ajeno a la expresión artística parecen ser las constantes que acompañaron el trayecto de muchos de ellos.

Contemporáneamente, otro ingeniero tapatío realizó una carrera brillante y llena de utilidad, que conviene recordar y tener presente. Agustín Gómez y Gutiérrez (1901-1983) estudió, a principios de la segunda década del siglo pasado, la carrera de ingeniero forestal en Chapingo. Allí, entró en contacto con su paisano Miguel Ángel de Quevedo (1859-1946), de quien llegó a ser secretario particular. El así llamado Apóstol del árbol –quien logró elevar en 800% las áreas verdes de la ciudad de México- ya tenía para entonces una sólida trayectoria, y encontró en Gómez y Gutiérrez un aventajado discípulo.

El ingeniero pasó después cinco años en Canadá y Estados Unidos, en donde se especializó en la reproducción de árboles. Tras una temporada trabajando en el Jardín Botánico del Bronx, en Nueva York, regresó a la ciudad de México, en donde su mentor Miguel Ángel de Quevedo lo impulsó para ser director de Parques y Jardines de la urbe. Durante el periodo del presidente Ávila Camacho muchos fueron sus logros; entre otras cosas, elaboró el ambicioso proyecto de establecer mil viveros en todo el país.

En 1942, a iniciativa del licenciado González Gallo, Gómez y Gutiérrez se trasladó a Guadalajara, su ciudad natal, en donde por un cuarto de siglo fue el director de Parques y Jardines. A él se deben incontables plantaciones de árboles, muchas de ellas de lo mejor y más consistente con que cuenta nuestra ciudad. A lo largo de los años setenta estas enseñanzas fueron impartidas, con bondadosa sabiduría, por el ingeniero Gómez y Gutiérrez en las aulas de la Escuela de Arquitectura del Iteso.

Existe un proyecto integral, de que da cuenta un manuscrito de su autoría y fechado en 1947, para arbolar con criterios racionales y estéticos la totalidad de la ciudad. Calle por calle, en cada uno de los cuatro sectores tradicionales, se disponían las especies, su colocación, los principios para su adecuada supervivencia y cuidado.
No existe otro antecedente de tal relevancia y profundidad para lograr la mejoría forestal de Guadalajara. Es importante para la ciudad reconocer a este señalado ingeniero de árboles, recuperar sus enseñanzas y su legado, entender en toda su valía el acercamiento profundo y lleno de sentido común a la indispensable presencia del árbol en el contexto urbano.
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