Jalisco
Un ingeniero de árboles: Agustín Gómez y Gutiérrez
La ingeniería fue la profesión que abrazaron quienes construyeron lo mejor del siglo XX tapatío
De esta institución egresaron las generaciones que dieron forma y solidez a mucho de lo que por esas décadas se construyó en Jalisco. Presas, ingenios, caminos, puentes, tempranas edificaciones industriales, fraccionamientos, edificios y casas. No había mayor distinción entre los géneros que los ingenieros acometían. Su sólida formación técnica, su comprensión del medio físico en el que se desenvolvían, y un esencial sentido común no ajeno a la expresión artística parecen ser las constantes que acompañaron el trayecto de muchos de ellos.
Contemporáneamente, otro ingeniero tapatío realizó una carrera brillante y llena de utilidad, que conviene recordar y tener presente. Agustín Gómez y Gutiérrez (1901-1983) estudió, a principios de la segunda década del siglo pasado, la carrera de ingeniero forestal en Chapingo. Allí, entró en contacto con su paisano Miguel Ángel de Quevedo (1859-1946), de quien llegó a ser secretario particular. El así llamado Apóstol del árbol –quien logró elevar en 800% las áreas verdes de la ciudad de México- ya tenía para entonces una sólida trayectoria, y encontró en Gómez y Gutiérrez un aventajado discípulo.
El ingeniero pasó después cinco años en Canadá y Estados Unidos, en donde se especializó en la reproducción de árboles. Tras una temporada trabajando en el Jardín Botánico del Bronx, en Nueva York, regresó a la ciudad de México, en donde su mentor Miguel Ángel de Quevedo lo impulsó para ser director de Parques y Jardines de la urbe. Durante el periodo del presidente Ávila Camacho muchos fueron sus logros; entre otras cosas, elaboró el ambicioso proyecto de establecer mil viveros en todo el país.
En 1942, a iniciativa del licenciado González Gallo, Gómez y Gutiérrez se trasladó a Guadalajara, su ciudad natal, en donde por un cuarto de siglo fue el director de Parques y Jardines. A él se deben incontables plantaciones de árboles, muchas de ellas de lo mejor y más consistente con que cuenta nuestra ciudad. A lo largo de los años setenta estas enseñanzas fueron impartidas, con bondadosa sabiduría, por el ingeniero Gómez y Gutiérrez en las aulas de la Escuela de Arquitectura del Iteso.
Existe un proyecto integral, de que da cuenta un manuscrito de su autoría y fechado en 1947, para arbolar con criterios racionales y estéticos la totalidad de la ciudad. Calle por calle, en cada uno de los cuatro sectores tradicionales, se disponían las especies, su colocación, los principios para su adecuada supervivencia y cuidado.
No existe otro antecedente de tal relevancia y profundidad para lograr la mejoría forestal de Guadalajara. Es importante para la ciudad reconocer a este señalado ingeniero de árboles, recuperar sus enseñanzas y su legado, entender en toda su valía el acercamiento profundo y lleno de sentido común a la indispensable presencia del árbol en el contexto urbano.
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