Jalisco

Un grito seguro para la diversión incierta

Desde la noche del 14 de septiembre, las calles del Centro Histórico se parecen a las de otras 30 capitales de la República que han sido selladas por cuestiones de seguridad

GUADALAJARA, JALISCO (15/SEP/2010).- Josué viste de manta y trae un sombrero de palma que le luce perfecto con esos lentes gigantes que su madre le compró en Plaza Fundadores. En una mejilla trae pintada una banderita olor a petróleo y en la otra un beso tronado. Tiene ocho años y va tomado de la mano de su hermana, quien viste, según ella, de “Doña Ortiz de Domínguez”. En sus pestañas hay también una bandera, y su madre, Mariana Vidal, lo primero que dice de los policías que le acaban de revisar sus pertenencias es “más vale hacer fila un ratito… para que ellos estén más seguros”, mientras abraza a sus dos pequeños.

Desde la noche del 14 de septiembre, las calles del Centro Histórico de Guadalajara se parecen a las de otras 30 capitales de la República, han sido selladas por cuestiones de seguridad. El caso de la Perla Tapatía es custodiada por diferentes corporaciones de la policía municipal, la estatal y ahora, caminando por avenida 16 de septiembre, hasta efectivos del Ejército caminan junto a cualquiera. Unos abrazan banderas, otros armas de fuego.

Ya sea por Norte o Sur, Este u Oeste, Guadalajara tiene puestos de seguridad en todos sus flancos, pequeños toldos blancos que están conformados por policías del Gobierno estatal, cuya misión es revisar las pertenencias de quien quiera ir a escuchar el concierto previo al Grito, ir a comer alguna garnacha o deglutir cualquiera de las diferentes carnes que hacen un taco. Son alrededor de 25 efectivos que revisan bolsas, pañaleras, comida, bolsillos, tobillos, codos, caderas. Y uno de ellos, con un detector de metal, que parece que trata de buscar el alma de las personas en su cintillo. Con un “ya está, fuímonos” te despide.

La cruz de plazas son un ‘bunker’ relleno de buenas intenciones. Plaza Guadalajara tiene juegos mecánicos que cobran 10 pesos el servicio. De vecino, unos burros fotogénicos que se prestan previo intercambio monetario. Del Ayuntamiento tapatío emerge la voz de una persona que va cantando las cartas de una lotería que está hecha de héroes patrios que nadie conoce. Enrique, quien está jugando con su padre voltea y le dice “pues son los nombres de las calles ¿no papá?”.

La Rotonda de los Jaliscienses Ilustres está amurallada por escenarios y policías, el escenario para un concierto, los policías para que no se frustre. Y es que, tanto en Plaza de Armas, que será abierta hasta minutos antes del Grito, como Plaza Liberación, tienen una cantidad de hombres armados que se parece mucho a la cantidad de personas que caminan, agarrados de sus hijos, sus novios, sus esposas, sus viejitos.

Y detrás del bunker, Rodolfo, un hombre que se le nota el sol en la cara, lleva más de 12 horas queriendo entrar al Primer Cuadro a vender su mercancía. Su tradición en los gritos es de un lustro, cada año, en 15 de septiembre, es de los que gozan con el sentimiento patrio. La suerte de Rodolfo era como de concurso televisivo, entre más gente vaya a dar el Grito al Centro Histórico, más oportunidades tiene Rodolfo de ganar.

El Grito es a las 23:00 horas, y un par de horas después hombres, mujeres y niños trabajarán a marchas forzadas para desmontar cualquier tipo de puesto ambulante y dejar la avenida 16 de septiembre libre para que haga honor a su nombre, porque a mediodía Josué, con sus ocho años también va a venir acompañado de su hermana y su mamá. Y quizá ella, la madre, los vuelva a abrazar.

EL INFORMADOR / OMAR GARCÍA
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