Jalisco

Un desierto en Chulavista

El complejo habitacional con más habitantes de Tlajomulco luce vacío tras fuga de combustible

TLAJOMULCO DE ZÚÑIGA, JALISCO (30/OCT/2013).- El panorama habitual involucra a niños jugando con pelota y señoras cargando el mandado en bolsas. Los perros callejeros también son la constante en el desarrollo Chulavista, el complejo habitacional con más habitantes de todo Tlajomulco.
 
Pero hoy, desde las seis de la madrugada las calles están vacías. No hay vida en el lugar y, en su leyenda, las cintas amarillas colocadas entre calle y calle explican la razón por la que el silencio se impone.  
 
El sueño de miles fue interrumpido desde las cinco. Golpes en la puerta y la instrucción de desalojo fueron precuela de un despertar atropellado; de un regreso a la realidad lleno de confusión, gritos y desorden.
 
Contrario a otros días, abrir los ojos este miércoles significó un gran sobresalto por el fuerte aroma a hidrocarburo, que atacó las fosas nasales de miles de ciudadanos de Tlajomulco.
 
La salida fue caótica. Desde las seis, hasta las 10 de la mañana, las vialidades de ingreso y salida sufrieron colapso. Miles de automovilistas buscaron la salida inmediata, y en su intento sólo toparon con otros que pisaban el clutch y acelerador de su auto con el mismo propósito.  
 
"¿A qué hora nos dejan entrar?"
 
Tres filtros para llegar a la zona de mayor riesgo. Los ciudadanos fueron obligados a permanecer en el primero, en el "Chivabarrio"; los otros dos lucen fuertemente custodiados por soldados y policías instruidos para evitar que alguien pasee por las calles desérticas de Chulavista.
 
La imagen del ingreso al sitio desde la Avenida Concepción del Valle dijo todo. Familias enteras en pijamas, o sin un quinto en la bolsa. Y así atravesaron la jornada: esperando en los parques lejanos, donde la alerta nunca obligó al desalojo.
 
Un vehículo con logos abandona el punto, y las personas se acercan en busca de respuestas. "¿Sabes cuándo nos van a dejar pasar? Es que, pues sí nos arrimaron algo de comer, pero hay quienes se salieron así, sin nada, y pues ya es tarde".
 
La experiencia entera, como el despertar, es enteramente amarga. Pocos lograron un ingreso puntual al trabajo; otros ni la molestia se tomaron de padecer del tráfico y ser retornados por la tardanza.
 
Hacia las cinco de la tarde, la cantidad de personas aguardando, acostadas en el pasto, es notable. Todas a la espera que la instrucción se gire y las cintas amarillas caigan, retirando la prohibición de paso para corroborar que sus pertenencias siguen ahí, y que la jornada de emergencia no finalizará con un nuevo padecer al descubrir que el patrimonio ya no está.
 
EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA
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