Jalisco

Todos coludos

Las candidaturas ciudadanas tienen muchísimos defectos, pero el monopolio del poder por parte de los partidos tiene más

Paul Bromberg, quien fuera el sustituto de Antanas Mokus, el primer alcalde ciudadano de Bogotá, era un crítico serio y severo a las candidaturas ciudadanas, a pesar de que él llegó a gobernar Bogotá durante un año por esa vía. “Siempre sostuve”, dijo, “que lo mejor era un sistema de partidos fuerte... hasta que conocí el sistema de partidos de México”. Las candidaturas ciudadanas tienen muchísimos defectos, pero el monopolio del poder por parte de los partidos tiene más. La reforma política que comienza a discutirse hoy en el pleno del Senado plantea dos grandes avances para la democracia mexicana: la reelección inmediata de senadores y diputados y las candidaturas ciudadanas.

La no reelección es un atavismo de la Revolución. El que se quema con leche le sopla hasta al jocoque, y después de 33 años de Porfirio Díaz hasta la nieve de vainilla nos parecía caliente. Cualquier cosa que pudiera subir de temperatura era sospechosa. Antes, todos los billetes tenían la leyenda maderista de “sufragio efectivo, no reelección”. Como efectivamente el sufragio efectivo era una quimera, la no reelección se volvió intocable. En un país de caciques esa era la única regla que podía asegurar la estabilidad política. Sin embargo, es evidente que, en aras de un mejor funcionamiento de las instituciones, la reelección es una necesidad básica. Limitarla a solo dos periodos para senadores y tres para diputados es ocioso porque lo importante de la reelección es atar la permanencia en la curul a la respuesta que el diputado o senador dé a sus electores y no a su partido, pero es sin duda, por limitado que sea, un gran paso.

El otro gran tema son las candidaturas ciudadanas. Por supuesto que no están exentas de problemas, pero son muchos más los problemas por no tenerlas que por tenerlas. Hay que estar atentos a la letra chiquita, es decir, hay que ver las condiciones que se imponen para acceder a una candidatura independiente y si éstas son similares a la de los partidos. El gran tema a vigilar en cualquier candidatura ciudadana son los recursos. Cualquier candidatura ciudadana deberá ser estrictamente vigilada en términos del origen de los recursos, tal como debería de ser para los partidos.

Lo que sería inadmisible es que a los ciudadanos les impongan criterios que no tienen los partidos. Esto es que les exijan una rendición de cuentas que ellos no están dispuestos a cumplir o que usen la fiscalización como un disuasivo a las candidaturas ciudadanas. Hoy en día, en todas las campañas políticas de cualquier partido fluyen recursos que no se reportan. Los partidos no sólo lo saben, lo hacen. Los tres grandes, sin excepción, han tenido problemas de candidatos financiados por el narco, pero nunca hay sanciones. Hay que exigir una fiscalización impecable a las candidaturas ciudadanas, pero la misma para los partidos. Ahora sí que todos coludos y ningún rabón.
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