Jalisco

Tatic

Don Samuel perteneció a una generación de obispos y sacerdotes que entendieron que su misión sacerdotal no podía limitarse a ser simples observadores de la injusticia

Samuel Ruiz García, don Samuel, como le decían con respeto en San Cristóbal, fue ante todo un pastor. El sobrenombre de Tatic (padre bueno en lengua Tzotzil) se lo ganó día a día a lo largo de 40 años, más de 14 mil 500 jornadas de trabajo intenso, comprensivo y cercano. Don Samuel entendió y vivió su diócesis como ninguno, quizá simplemente porque son muy pocos obispos los que tienen la oportunidad de permanecer durante 40 años en ella, quizá porque el espíritu de compromiso del Tatic de Chiapas no se repite fácilmente. Antes que un gran obispo, que lo fue, Samuel Ruiz García era un gran hombre.

Don Samuel perteneció a una generación de obispos y sacerdotes que entendieron que su misión sacerdotal no podía limitarse a ser simples observadores de la injusticia. A esta generación de curas comprometidos, vinculados la mayoría de ellos con la Teología de la Liberación, se les acusó de todo: desde marxistas hasta herejes, de heterodoxos e incluso de favorecer a “las sectas”. (El texto de Jean Meyer en Letras Libres de octubre de 1999, Siete tesis erróneas sobre Samuel Ruiz, es una extraordinaria síntesis de las falsedades, muchas de ellas difundidas por sus compañeros de Iglesia, que se dijeron en torno al obispo de San Cristóbal). Ninguno de ellos, ni Arturo Lona en Tehuantepec, ni Méndez Arceo en Cuernavaca, por citar a los más connotados de esa generación, nació “radical”, se hicieron en el contacto cotidiano con la injusticia.

El levantamiento zapatista en enero de 1994 puso al obispo en la mira. No faltó quien, desde el Gobierno y la Iglesia lo acusara, con total irresponsabilidad, de ser el líder del zapatismo, tanto que el mismo Nuncio Apostólico de la época, Girolamo Prigione, se encargó personalmente de denostarlo, contradecirlo y descalificarlo. A pesar de eso, la rápida pacificación de Chiapas y el que la guerrilla no haya terminado en un derramamiento mayor de sangre, se debe fundamentalmente a dos personajes: Don Samuel y Manuel Camacho, en ese orden; cada uno con sus razones e intereses, pero ellos lograron parar lo que pudo haber sido una tragedia de dimensiones mayores.

Contrario a lo que se piensa, el obispo Ruiz García era arraigadamente conservador. Como buen hijo del Bajío, en términos de moral sexual don Samuel no se salía un ápice de la doctrina católica. No era, pues, lo que se dice un obispo de avanzada, era simplemente un hombre con poca tolerancia a la injusticia. Por eso era el Tatic de su pueblo; por eso, aunque nunca lo vayan a a hacer santo, en San Cristóbal se le seguirá queriendo y venerando.

Por donde se vea, México perdió ayer a uno de sus grande hombres del siglo XX y a uno de sus últimos guerreros.

El pésame es para todos, es para el país.
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