Jalisco

Son golpes que da la vida

Un grito desató el principio del fin de la vida de Luis

La mujer que está sentada viendo al vacío no fracasó como madre, pero sí como catequista. Le llorará a su hijo aún después de la sepultura, pero después se leerá en su mirada el remordimiento por no haber guiado a Alex por el camino del bien. Alex mató al “Vampiro”, el hijo de su maestra de catequesis;  y en el recuerdo nos quedaremos congelados en ese lunes 26 de julio a las 13 horas, cuando el “Vampiro” está frente a frente con Alex en la calle Hilario Medina de la colonia Jardines de la Barranca. Ya se verá que ninguno se odia, ambos son víctimas de un grito.

Dicen que cuando uno está a punto de morir ve su vida pasar en un segundo, y “El Vampiro” sabía que ya le había ganado muchas jugadas a la parca. Está frente a una pistola calibre 380 que va a detonar,  no pudo olvidar una de sus frases: “Dios me ha puesto muchas pruebas, yo las rodeo, yo las rodeo”. 

“El Vampiro” tiene un nombre: Luis Miguel Villalobos Coronado y nació el  13 de septiembre de 1986… desde entonces reunió todas las pruebas que pudo. No todos sus hermanos  conocieron sus vagancias de niño ni sus travesuras de adulto. El “Vampiro” quizá sabía que tarde o temprano la suerte se agota, hagamos memoria:

Tenía apenas ocho años cuando el primer susto. En la colonia Talpita, la madre y sus hermanas lo perdieron en varias ocasiones haciendo el mandado, nunca les reclamó, al contrario, todo lo tomaba de broma. Dos años después comenzaron los problemas mayores, se hicieron frecuentes sus ataques de epilepsia, perder la consciencia era su rutina.

Ya en su nueva casa, a dos cuadras de uno de los miradores con vista a la barranca de Huentitán, Miguel  y sus 13 años conocieron la siguiente prueba: jugando cerca de una carnicería, al querer frenar su bicicleta con los pies, sus piernas se hundieron en un cazo con aceite hirviendo, el tremendo dolor lo mitigaba con chistes, desde entonces cada semana tenía que recibir inyecciones para eliminar los hongos que no le dejaban ponerse los calcetines sin dolor.

Dos años después y más pruebas por reunir: en la casa del “Vampiro” se dieron cuenta que el tratamiento de los pies con el tratamiento de la epilepsia le estaba generando una reacción que le deformaba la cara, las medicinas ocasionaban que la encía se hinchara, a tal grado que no podía comer. Los quirófanos ahora eran su costumbre. Otra historia:  los 17 años cayó de un árbol de tres metros de altura, y como albañil tuvo otras caídas de los andamios en las obras.

Algunos olvidarán el día que lo aventó una moto,  o aquella noche que llegó con las costillas adoloridas por los impactos de un bat por culpa de los “cholos”  de su colonia cuando caminaba hacia su casa.  Pero ahora el “Vampiro” está congelado en una escena frente a una pistola y no sabe cómo es que llegó ahí.

El domingo anterior, Luis había ido con sus “compas” de la colonia Santa Cecilia, quería ver a su ídolo, Mr. Sussy, quien canta y era suficiente para rellenarle el celular al “Vampiro”. Ese domingo traía la misma ropa con la que lo recogerá el SEMEFO 24 horas después. Una camisa de basquetbol con el número 99,puesta sobre, unos pantalones bombachos y unos tenis blancos, impolutos. Se tomará algunas fotografías con la lente de su Sony-Ericcson y se irá a dormir como de costumbre.

Cuenta la madre del “Vampiro” que todos los días su hijo se levantaba antes de las siete de la mañana, “pero ese día estaba raro, se levantó a las 9:30”. Su hermana menor le extrañó que cuando “El Vampiro” le dio el primer trago a su vaso la leche estuviera echada a perder. Su otra hermana aún guarda la cadenita que el “Vampiro” le regalo una noche anterior,  nunca antes le había dado nada.

Quizá “E Vampiro” sabía que la suerte se le agotaba, y ese lunes, antes de quedar atrapado en esa escena, Miguel salió de su casa con rumbo a la carpintería. Alex, el chatarrero que todo mundo ubica como integrante de “los peris”, estaba dando rondines por la colonia arriba de un Pointer,  como quien se sabe conductor de una vida. Trae una pistola cargada con la que quiere defender su territorio.  Cuando alguien gritó "Alex"  despertó de su alucinación. Se sintió ofendido, vio al “Vampiro” caminando por la calle, saco el revolver y construyó el acto que hace que “El Vampiro” esté frente a  su historia. La pistola explota.

Al día siguiente, cuando “El Vampiro” sea sepultado, sus ocho hermanos y sus padres recordarán la frase favorita de su hermano: “Son golpes que da la vida”.
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