Jalisco
Sólo me faltó ladrar
Según yo por Paty Blue
A Dios debemos agradecer todos que en este espacio me puedo comunicar con ustedes sólo de letra, para evitarles la pena ajena de oírme entonar aquello de “pero qué necesidad había de romperme el corazón, un día”, de la autoría del prolijo filósofo contemporáneo Juan Gabriel. Dicho en llano y sano castellano, si ya me había yo puesto en paz, y medio me había curado la decepción respecto a la posibilidad de estrenar línea telefónica y de Internet en Infinitum, no sé qué hados ladinos trajeron de regreso al traqueteado operario que un mes atrás me dejó en suspenso la instalación, el servicio, dos millares de tarjetas impresas y otro tanto de folletos con el nuevo número telefónico que me asignaron y que, al igual que mis ilusiones y confianza en lo que anuncian, se fueron a la basura.
Como torero partiendo plaza, el susodicho se presentó en mi oficina para inquirir si algún piadoso de su propio gremio había ocurrido a terminar lo que él mismo, tras prometer que al siguiente día regresaría, dejó inconcluso. No me sorprendió la cara de incredulidad que puso cuando le dije que en un mes no se habían parado ni las moscas en el cable, sino la de enfado que ensayó cuando le informé que su afrentosa informalidad había quedado expuesta en un documento que entregué a la mera jefa de la sucursal, solicitándole que diera por cancelada la operación.
De ahí, pasó a la desfachatez de asegurarme que el citado día se presentó, pero como nadie le abrió, procedió a retirarse. Cabe reconocer que en eso tuvo razón; nadie le abrió porque ya estaba abierto, desde dos horas antes y hasta doce después de la hora pactada, y que su ausencia podría ser ratificada por las quince personas que ese día se percataron de su indolencia. Así que pretextando una revisión exterior, y como los malos actores cuando olvidan su parlamento, el descastado hizo mutis sin despedirse ni ofrecer mayor explicación.
Empero, su ineficiencia no resultó menor que la de la jefa de la sucursal (ubicada en la avenida Patria, a una cuadra de Tepeyac), a quien entregué el reporte de cancelación y me suplicó que le concediera una nueva oportunidad de subsanar el desgarriate, a más tardar, al día siguiente. Pero tal no ocurrió, ni al siguiente, ni hasta el día de hoy que, cada vez que veo en la televisión los anuncios de un perro parlante que invita a los humanos para que se afilien a la compañía de marras, algo en mis adentros se retuerce de indignación, nomás de acordarme del yermo peregrinaje al que me vi obligada, cuando intenté acatar las recomendaciones caninas.
He empezado a sospechar si no estarán esperando que uno aprenda a ladrar para solicitar el cacareado servicio, porque fue lo único que no hice. Pero más me mortifica la posibilidad de que el señor Slim empobrezca, gastando en anunciar lo que no pueden cumplir y en andar regalando cables, rosetas y módems que han quedado en mi finca como mudos testimonios de lo que es derrochar la abundancia sin remordimiento.
patyblue100@yahoo.com
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