Jalisco

Si me siguen dando motivo…

PATY BLUE

De veras que no soy tan mala persona, ni me ando metiendo en casa ajena para soltar veredictos estéticos, pero bien harían en advertir las churumbeleras congéneres que integran mi parentela o habitan en mi entorno, que no les conviene exponer a mi sinuoso parecer los artilugios decorativos que disponen o las componendas ornamentales que hacen en su hogar, porque tengo tan  educado el ojo para apreciar la armonía, como lampiña y maleducada la lengua para soltar sin pudor mis estimaciones.

Si es todo en esta vida es cuestión de gustos y cada quién el suyo, aunque sea malo, no entiendo por qué las mujeres somos tan dadas a someter nuestras decisiones a las concepciones estéticas  de otras, pero nunca estamos preparadas para que critiquen nuestros desatinos. Y si no obtenemos la aprobación que andamos buscando, confundimos claridad con peladez, empezamos a ver feo a quien nos suelta comentarios adversos o, de plano, montamos en pantera e inscribimos a la criticona en nuestra lista de indeseables.

Así las cosas, y a sabiendas de mis juicios que pecarán de rudos, pero nunca de condescendientes o mentirosos, la más prima más barroca y churrigueresca que tengo discurrió invitarme un café para presumirme su más flamante adquisición, consistente en una fuente interior que por largo tiempo había deseado y finalmente adquirió, etiquetando por muy anticipado, buena parte del aguinaldo de su complaciente marido. Paradas frente a aquel pozo de los deseos largamente reprimidos, que acaparaba metro y medio de la sala,  ambas enmudecimos, aunque por muy diversos motivos. Ante aquel retorcido jarrón entronizado en un pedestal, coronado por un plumero que hacia el cielo tiende sus hojas de plástico, bañadas por una luminiscencia que desde el interior lanza un halo hasta el techo, se me cortó el aliento y las palabras se me atoraron hasta reducirse a un ahogado sonido gutural sin sentido. Mi solo gesto de estupefacción develó a la prima mi veredicto que se apresuró a traducir en un lastimero “ya sé que a ti no te gustan estas cosas, pero a mí me encantó”.

Menos entiendo ahora los afanes masoquistas de mi pariente, como tampoco he asimilado que por años haya persistido en su empeño por saber qué opino sobre sus embates ornamentales, cuando a expresa petición suya, le he develado el espasmo que me provoca la exótica arcada que adorna el ingreso de su vivienda con siete metros de frente; lo que opino sobre el par de pétreos y feroces leones tonaltecas que la custodian y que, echados al pie de sendas columnas que combinan el dórico, jónico y corintio, circundadas  con algunos elementos prehispánicos y otros tantos de traza oriental, confieren a su casa un aspecto que empeora en cuanto se traspone el umbral y se da uno de topes con los candelabros de imitación versallesca, se siente aplastado bajo las galeras y pesados cortinajes de selváticos brocados y se queda bizco con la tapicería en tonos de atardecer violento que lucen los sillones de la sala y las sillas del comedor.

He empezado a sospechar que a la rumbosa prima no le resulto simpática y que lo único que busca es sondear mis comentarios para deplorar mi parco gusto y difundir mi inconcebible negativa a rodearme de “detalles lindos”, como le ha dado en llamar a sus infames mescolanzas decorativas. Sólo deseo que su flamante monumento al chorrito que se hacía grandote y chiquito, le colme sus delirios decorativos, como lo han hecho ya sus cristales y espejos biselados, sus emplomados hasta en las ventilas del baño y la profusión de enormes arreglos de naturaleza muerta y moribunda que, asegura, “alegran” cada rincón de su hogar.

Si no me diera motivo, ya habría yo entendido que de perfil y calladita no me veré más bonita, pero le evitaría un entripado y la molestia que se toma en difundirlo entre todo el clan familiar.
patyblue100@yahoo.com
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