Jalisco

Según yo

Se les agradece

En las semanas recientes me he venido sintiendo como político con iniciativa al que se le voltea la opinión pública o, más bien, como el famoso cuetero que de cualquier modo nunca queda bien. He empezado a sospechar que vivo inserta en un núcleo familiar y amistoso que dice preocuparse por mi bienestar, pero muy poco pone de su parte para animarme a mantenerlo y subsanar, aunque sea de manera tardía, mis abominables vicios.

Empero, a pesar de las dudas ofensivas y los augurios pesimistas de mis parientes y amigos, me complace hacer del dominio público que voy por el cuadragésimo día de abstención en las cosas del fumar, después de haberlo hecho a conciencia por más de tres decenios, durante los que nunca, aunque muchos pudieran afirmar lo contrario, me fumé una cajetilla (sólo el contenido de dos por día).

El caso es que, desde hace poco más de un mes, con rigor espartano y observancia draconiana, sin trampas ni concesiones temporales, he sostenido mi sano propósito de vivir libre de humo, sin agazaparme tras los populares subterfugios de la fumadita al cigarro ajeno o el sablazo a la cajetilla de otro, al son de que ya no fumo pero de pronto se me antojó.

Me queda tan claro, como el panorama que hoy se presenta allende mi nariz, que el primer paso para dejar de fumar consiste en dejar de comprar, pero también me enturbia el ánimo apreciar el empeño que muchos ponen en oscurecerme la perspectiva con tantas y tan disímbolas advertencias sobre los nocivos efectos que conlleva la abstinencia.

Francamente, ya no entiendo por qué, cuando ejercía el vicio a mis anchas, hasta de las alcantarillas me surgían inopinados consejeros incitándome a que dejara de hacerlo, convencidos de que no fumaba yo por gusto, sino por la esclavitud impuesta por una adicción a la que no conseguía sustraerme. Y ahora que he dejado de lanzar volutas al aire, más parecen empeñados en hacerme flaquear con sus perversos vaticinios y accidentadas conjeturas sobre las inconveniencias de renunciar a mis cotidianas dosis de nicotina, que decididos a apoyarme para sostener mi decisión.

A la par que felicitada, he sido profusamente invitada a reflexionar sobre la posible carraspera, irritabilidad, diarrea, insomnio, taquicardia, ataque de ansiedad, estreñimiento, espasmos pulmonares que, si hasta ahora no me han dado, ya no tardan, acompañados de visión borrosa, náuseas, aumento de peso, apetito incontenido, fallas digestivas y cataclismo anímico que indudablemente se desatan cuando se abandona el tabaquismo.

Así que mejor iré tanteando, no sólo la manera de esquivar los mortificados vaticinios del prójimo, sino la manera en que pasaré la factura a aquellos fumadores empedernidos que aseguraron que prometieron seguir mi ejemplo, al asegurar que más viable sería que el Atlas se coronara campeón, a que yo dejara el vicio, No canto victoria, porque a los fumadores industriales nos da por recaer, pero espero no hacerlo, sobre todo, después de disfrutar los beneficios que esta renuncia le ha reportado a mi monedero. De cualquier manera, a mis amigos y parientes preocupados por la posible merma en mi equilibrio físico y espiritual, se les agradece el apoyo.

patyblue100@yahoo.com
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