Jalisco

Se puso su disfraz de perro y se fue a la Romería

Josué González Ramos reparte alegría entre los asistentes a la Romería de una forma singular

GUADALAJARA, JALISCO (12/OCT/2013).- La última vez que Josué González Ramos tuvo tiempo para dormir fue hace dos noches. Ayer ya era tarde cuando volvió de trabajar, se bañó, se puso un disfraz de perro y se fue a esperar en vela a la Virgen de Zapopan.

Un perro en la Romería. Si los niños entre el tumulto le jalan la cola, voltea y les ladra. O ni siquiera necesita que lo llamen para desaliñarse de la marcha de fieles y acercarse a saludar, abrazar o despeinar desconocidos. Si no le siguen el juego, el perro reacciona: cepilla una pata hacia atrás, luego la otra y se aleja con paso indignado.

Desde el mes de julio Josué comenzó los preparativos para que su disfraz estuviera listo para visitar a La Generala. Si no es porque lo acaban de operar de un oído, anduviera entre los danzantes con taparrabo, collar de tejocotes y penacho colorido. Pero en esta peregrinación le tocó ser "Moreno", y él se tomó la licencia de venirse de perro.

Entre los danzantes se distinguen monstruos que con una mano sostienen un chicote y con la otra hacen puño para reservar fuerza y pegarle al suelo. Esos son los "Morenos", pero a Josué le parecen demasiado grotescos para la concurrencia familiar que espera la Virgen y por eso escogió un perro de orejas largas.

La función de los "Morenos" es la de alejar el mal que se cuelga en los danzantes como sensación de cansancio y los incita a interrumpir la caminata de la Catedral a la Basílica para acompañar a la Generala. De paso, Josué aprovecha sus atributos histriónicos y la novedad de su disfraz para moverse de un lado a otro y jugar con quien sea que quede a su paso.

No hay risa en el tumulto que se escape a sus gracias. Y no hay distancia recorrida que lo desaliente a continuar la caminata con la pila para atender festejos y regalar carcajadas a otros peregrinos. Dice que esa es su labor, dar alegría a quienes comparten con él la fe.

Josué no ha desayunado y a la mitad del camino ya tiene respiración agitada y la frente empapada en sudor, pero el cansancio no se siente, expresa con el mentón levantado, y no hay más motivo para la resistencia que la motivación que da la Virgen.

Le gusta platicar con ejemplos: las ganas de visitar y hablar con su mamá es lo mismo que se siente hacia la Generala. La peregrinación es lo menos que puede dar a cambio de tener a su madre con vida, luego de un infarto e inicios de cáncer.

Los Danceros del Carmen llegan a los Arcos de Zapopan y dan su baile de despedida. La Virgen viene atrás. Josué aprovecha para repartir sus últimos dulces y hacer sus pasos finales, caricaturescos, a ritmo de los tambores de las danzas.

Termina la música y el grupo, proveniente de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen se dispersa. Josué se quita el disfraz, se pone desodorante y luego una playera de los Leones Negros. "Tus zapatos apestan", le dice una compañera. "Ahí tomas tu agua", responde él. Dice que con y sin disfraz es el mismo personaje: un profesor de Geografía de 31 años a quien la tristeza no le sirve para nada y la fe lo alienta a sopesar el día a día.

EL INFORMADOR / ALEJANDRA PEDROZA
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