Jalisco

—Saturación

Los habitantes de núcleos urbanos como Guadalajara viven todos los días el fenómeno de la saturación de mensajes

Los teóricos de la comunicación aseveran que la desinformación puede darse indistintamente por dos vías: a) por ausencia de mensajes... o b) por exceso. Esto último se comprueba cuando entramos al supermercado y no nos enteramos, por ejemplo, de que el cereal que consumimos habitualmente, nuestro refresco favorito o la pasta dental que usamos invariablemente, estaban en oferta... y nos salimos sin aprovecharla. ¿Por qué?... Porque en medio del tsunami de anuncios —visuales o auditivos— que se nos vienen encima, nuestro subconsciente armó una especie de barrera que, lejos de predisponernos para recibir, entender y asimilar los mensajes, nos aísla de ellos.

—II—

Los habitantes de núcleos urbanos como Guadalajara, cuyo crecimiento ha rebasado —salvo prueba en contrario— la dimensión humana, viven, en carne propia, todos los días y en todas partes, el fenómeno de la saturación de mensajes. Las entradas y salidas de la ciudad, las principales avenidas de la mismas, las glorietas y los espacios públicos, por ejemplo, son agresivas colchas de parches, abigarrados mosaicos —anárquicos, horrísonos, repelentes— de mensajes que el común de la gente es incapaz de clasificar y utilizar... Para desgracia suya (seguimos hablando de las personas que habitan en las ciudades), de la misma manera como nuestro aparato respiratorio parece volverse insensible hacia la contaminación del aire y nuestros oídos parecen acostumbrarse al ruido, la vista sólo se entera de la contaminación visual que de ordinario la envuelve, cuando se libera de ella. Es decir que para enterarnos de que la mancha urbana nos agrede sistemáticamente, y para darnos cuenta de que la ciudad soñada que alguna vez fue, se ha transformado en una megalópolis de pesadilla, es necesario que salgamos de ella para compararla... y admitir que los años —¡oh, dolor!—, lejos de embellecerla, la han afeado. (Como decía la frase clásica: “Los árboles nos impiden ver el bosque”).

—III—

El caso es que ahora que la autoridad municipal, en Tlajomulco, amenaza con retirar las estructuras de los anuncios “espectaculares” que incumplen los reglamentos sobre la materia, convendría, quizá, que los ediles de todos los municipios conurbados agendaran, para sus tiempos libres, el ejercicio de modernizar las normas al respecto... Se los agradecerían los habitantes de los mismos —es decir, quienes les pagan los salarios que devengan puntualmente —... y (lo más importante) se los agradecerían, cuando se vieran obligados a utilizar medios de comunicación menos contaminantes —más eficaces, por ende— los propios anunciantes.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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