Jalisco
—Saqueo
Cuando elaboren la lista de los países más ricos del mundo por ningún motivo se olviden de incluir a México
—II—
Aunque las notas acerca de “anomalías”, “irregularidades” y similares en dependencias gubernamentales, a todos los niveles, son el pan nuestro de cada día, ya no son noticia. No lo son, porque el desenlace de todas esas historias, vía de regla, es anticlimático... El ciudadano de a pie, enterado de que a tal o cual funcionario se le acusa de saqueos más o menos audaces y descarados a las arcas públicas, esperaría que a partir de las “filtraciones” y de las tronantes declaraciones que consigna la prensa, se dieran, de manera sistemática, los siguientes pasos: primero, las denuncias formales, a partir del presupuesto de que quien tiene conocimiento de la comisión de algún posible delito (y el manejo anómalo del erario lo es... al menos en teoría), tiene la obligación de denunciarlo, so pena de ser, a su vez, cómplice por encubrimiento; segundo, la investigación metódica; tercero, evitar que las denuncias se resuelvan por la vía de los arreglos “en lo oscurito”: puesto que una de las leyes no escritas que más puntualmente se aplican en el ejercicio de la política, es la que asevera que “entre bomberos no se pisan la manguera”, las trapacerías que llegan a comprobarse terminan en componendas. De ahí que cuando algún prominente funcionario público llega a pisar la cárcel, no es precisamente porque la justicia ya sea, en efecto, implacable, y los jueces insobornables, sino porque en alguna deslealtad inconfesable incurrió el interfecto con respecto a sus “pares”, y tiene que pagarla como corresponde (aquí y en China, en tiempos de Zacarías profeta y en los actuales) a un chivo expiatorio.
—III—
De ahí, también, que para los organismos supuestamente encargados de dar trámite a las escasas denuncias por malversación de fondos públicos que buenamente se formalizan, haya un vocablo que los retrata de cuerpo entero: cloacas. O retretes... Usted elija.
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