Jalisco
—Sabotaje... o compromiso (I)
El “No”, definitivo y categórico, de los alcaldes de Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque a la Línea 2 del Macrobús, sólo puede interpretarse de dos maneras, excluyentes entre sí
El “No”, definitivo y categórico, de los alcaldes de Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque a la Línea 2 del Macrobús, sólo puede interpretarse de dos maneras, excluyentes entre sí: o fue un complot para sabotear el proyecto de movilidad urbana diseñado (e iniciado ya) por el Gobierno del Estado, o implica un compromiso formal con los habitantes de la zona metropolitana de la capital de Jalisco, para avanzar hacia el modelo de transporte colectivo que permita lograr un esquema de movilidad urbana digno, moderno y eficiente para ellos.
—II—
El ultimátum, machaconamente manejado en los últimos meses, en el sentido de que decir “No” al Macrobús implicaba “perder” los 952 millones de pesos que el Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin) tenía etiquetados para la línea trazada desde la cabecera de Zapopan hasta Tonalá, pasando por Tlaquepaque y por el Centro mismo de Guadalajara, llevaba implícito un burdo sofisma. Era el clásico “O te comes este huevo podrido, o te retiro el plato”... Y es que si la ciudadanía, de entrada, otorgó al Gobierno el beneficio de la duda con respecto a las cacareadas bondades del Macrobús, a partir de meros planteamientos teóricos, una vez que tuvo la experiencia directa de ponderar la utilidad que les reporta a los miles de usuarios que habitualmente lo utilizan, pero también los perjuicios que representó para los ciudadanos a los que acomodaba mejor el sistema antiguo, y para los automovilistas que tuvieron que cederle cuatro carriles de la Calzada Independencia a la Línea 1, y para los vecinos y comerciantes de la zona, la misma ciudadanía, según todos los indicios, se decantó por el “No” a la continuación del proyecto. (Digamos que la operación de la Línea 1 hizo las veces del consabido —y muy sabio, después de todo— “prueba y error”).
—III—
Si el Fonadin está diseñado para dotar de infraestructura —y la movilidad de los ciudadanos es un objetivo primario— a núcleos urbanos como Guadalajara, se sobreentiende que el Gobierno federal entenderá el mensaje de los alcaldes de la zona metropolitana de la segunda ciudad de la República, no como un gesto de irresponsabilidad, sino al contrario: como un gesto de responsabilidad; como un compromiso —ya se dijo líneas arriba— con los ciudadanos... Así, los fondos que se hubieran malgastado en un proyecto relativamente barato, sí, pero de pertinencia muy discutible, podrán aplicarse en el futuro en otro, más costoso ciertamente... pero eventualmente más sensato.
—II—
El ultimátum, machaconamente manejado en los últimos meses, en el sentido de que decir “No” al Macrobús implicaba “perder” los 952 millones de pesos que el Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin) tenía etiquetados para la línea trazada desde la cabecera de Zapopan hasta Tonalá, pasando por Tlaquepaque y por el Centro mismo de Guadalajara, llevaba implícito un burdo sofisma. Era el clásico “O te comes este huevo podrido, o te retiro el plato”... Y es que si la ciudadanía, de entrada, otorgó al Gobierno el beneficio de la duda con respecto a las cacareadas bondades del Macrobús, a partir de meros planteamientos teóricos, una vez que tuvo la experiencia directa de ponderar la utilidad que les reporta a los miles de usuarios que habitualmente lo utilizan, pero también los perjuicios que representó para los ciudadanos a los que acomodaba mejor el sistema antiguo, y para los automovilistas que tuvieron que cederle cuatro carriles de la Calzada Independencia a la Línea 1, y para los vecinos y comerciantes de la zona, la misma ciudadanía, según todos los indicios, se decantó por el “No” a la continuación del proyecto. (Digamos que la operación de la Línea 1 hizo las veces del consabido —y muy sabio, después de todo— “prueba y error”).
—III—
Si el Fonadin está diseñado para dotar de infraestructura —y la movilidad de los ciudadanos es un objetivo primario— a núcleos urbanos como Guadalajara, se sobreentiende que el Gobierno federal entenderá el mensaje de los alcaldes de la zona metropolitana de la segunda ciudad de la República, no como un gesto de irresponsabilidad, sino al contrario: como un gesto de responsabilidad; como un compromiso —ya se dijo líneas arriba— con los ciudadanos... Así, los fondos que se hubieran malgastado en un proyecto relativamente barato, sí, pero de pertinencia muy discutible, podrán aplicarse en el futuro en otro, más costoso ciertamente... pero eventualmente más sensato.
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