Jalisco
Río Ayuquila: el reto que se volvió oportunidad
El Río Ayuquila es monitoreado diariamente por los propios habitantes, que reportan cualquier cambio en el color y olor del líquido, la ausencia de fauna y los condicionantes que señalan que algo ha cambiado en las aguas del río
“Cuando el río venía sucio, los pescados que sacábamos se cocinaban y se desbarataban antes de poderlos comer, se deshacían entre los dedos, y los pantalones se trozaban, como si los hubieran cortado con tijera, exactamente a la altura a la que les llegaba el agua, y río abajo los vecinos se quejaban de escoriaciones en la piel y de muchas enfermedades en el estomago; las vacas echaban para afuera sus crías y mucho ganado que bebía del agua se moría, el agua apestaba muy feo, no se podía soportar”, recordó Pedro Preciado Naranjo, ejidatario de “El Aguacate”, del Valle de Atulan-El Grullo, situado en las regiones de la Sierra de Amula, Costa Sur y Sur del estado occidental de Jalisco.
Preciado Naranjo recuerda, además, la actitud del “señor del Ingenio”, que le dijo al numeroso grupo que se apersonó en sus oficinas para quejarse, que la maquinaria para sanear el agua costaba más “que la vida de todos ustedes”. Con esa frase parecía cerrarse toda posibilidad de mejoramiento del río que nace en la Sierra de Quila, municipio de Ejutla, y desemboca en Boca de Pascuales, Colima, es decir, recorre 324 kilómetros hasta su salida al mar. La cuenca del Ayuquila está considerada prioritaria para la conservación, ya que cuenta con una alta diversidad de especies endémicas amenazadas y con tres presas que irrigan 60 mil hectáreas de cultivo en Jalisco y Colima. Algunos de los municipios afectados por la calidad de sus aguas son Unión de Tula, Ejutla, El Grullo, Atulan, El Limón, Tonaya, Tuxcacuesco, Tolimán, San Gabriel y Zapotitlán de Vadillo que agrupan una población de 133 mil 331 habitantes distribuidos en 214 localidades. Es una región que tiene agricultura tradicional y tecnificada, ganadería, pesca tradicional, comercio e industria azucarera. Estos valores y los problemas ambientales del río fueron documentados por investigaciones científicas y talleres con pobladores en 1989 por el doctor Eduardo Santana del Instituto Manantlán de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
Hacia diciembre de 1994 y un mes después, el 31 de enero de 1995, el ingenio azucarero Melchor Ocampo, al que se refería el ejidatario entrevistado, realizó dos descargas severas provocando la indignación de mucha gente. Como resultado, se presentaron quejas de los más de 30 mil ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios acompañadas de videos y fotografías de los daños ocasionados por las descargas.
Los documentos se turnaron a diferentes autoridades de dependencias estatales y federales; al gobernador de Jalisco, a la Secretaría del Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca, al director general y delegado de la Comisión Estatal del Agua, al Procurador federal de protección al ambiente, y al director de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. En las denuncias se reiteran los daños a la salud humana que desde hace varios años habían señalado: dolores de cabeza, vómitos, ardor en nariz, garganta y ojos, despellejamiento de la piel y granos, causados por los productos químicos y contaminación que lleva el agua tan necesaria para beber, regar cultivos, lavar ropa, cocer alimentos, mantener a los animales que les dan sustento; su fuente de vida.
Para agravar más la situación, en enero de 1992, por el efecto del fenómeno de “El Niño”, el Río Ayuquila se desbordó y dañó parcelas agrícolas. Además, arrastró el sitio en donde se localizaba el basurero municipal del Grullo, que en ese entonces acumulaba hasta 14 toneladas de desechos diariamente. En consecuencia, los habitantes río abajo no solamente recibían las descargas del ingenio, sino las aguas negras de Atulán, El Grullo y adicionalmente la basura de esta población. La presión social fue tanta que el municipio grullense cambió por enésima vez el basurero. La solución al problema fue una innovadora campaña de reciclaje a nivel comunitario, propuesta por el grupo del Instituto Manantlán del Centro Universitario de la Costa Sur de la UdeG, que implementó un programa de educación ambiental. Comprometía la colaboración de la población para reducir la basura generada, separar los desechos y reciclarlos. Para ello se utilizaron los medios de comunicación local, las reuniones vecinales, prácticas dentro de las escuelas, canciones, desfiles y festivales. En los meses siguientes, la población respondió, la basura disminuyó de 20 toneladas diarias a sólo ocho toneladas, producidas por más de 20 mil habitantes del Grullo.
Gracias al monitoreo químico y biológico que realiza el grupo del doctor Luis Manuel Martínez Rivera del Instituto Manatlán, ahora se sabe que 70% de los problemas del afluente es causado por los vertederos de agua residuales de los municipios de El Grullo, Unión de Tula y Atulán de Navarro. El 30% restante lo compone los deshechos del ingenio que vertían al cauce sin tratar tres tipos de aguas: industriales (sosa cáustica), aguas negras y aguas residuales, producto de la molienda de caña.
En la franja de 30 kilómetros en la que se descargaron estas aguas durante tres décadas, no había peces, consigna Martínez Rivera. Adicionalmente, la sosa cáustica empleada en el lavado de la maquinaría del ingenio, provocaba muerte masiva de peces, y en los humanos producía escoriaciones, los olores y malestares generales acompañados de dolores de cabeza.
En 1998, hubo un siniestro ambiental provocado por el derrame de 100 toneladas de melaza del ingenio al cauce del río (video: “Salvando el Río Ayuquila 2003”. Universidad de Naciones Unidas y Universidad de Guadalajara, http://river.unu.edu/main.html). En 100 kilómetros todo se murió, la reacción indignada de los pobladores ribereños rebasó el ámbito local hasta llegar a las oficinas de la PROFEPA, que sancionó al ingenio por contaminación del aire, a pesar de que lo ocurrido fue un derrame de melaza, que tornó el agua “gelatinosa”. La sanción al ingenio fue la suspensión parcial de actividades condicionada a presentar un plan de manejo de sus propios desechos. Para elaborarlo, los empresarios se acercaron a los científicos del grupo Manantlán, que diseñaron un plan que destacaba cuatro puntos:
1.- Cero descargas al río.
2.-Educación ambiental.
3.-Mejoramiento del hábitat.
4.- Restauración de poblaciones de peces.
Los empresarios del ingenio consideraron que la inversión de dicho plan de manejo sería imposible de realizar por carecer de presupuesto para ello; sin embargo, la incorporación de la ingeniera Guadalupe Nava, cambió la cultura de los administradores y trabajadores del ingenio para el reciclado de agua y los desechos de aceites, entre otras cosas. Con esto se logró que el ingenio separara sus aguas para ahorrar y reutilizarlas.
Actualmente, el muestreo del agua tiene el auxilio constante de los pobladores, que reportan cualquier cambio en el color y la textura del líquido, la ausencia de fauna y los condicionantes que señalan que algo ha cambiado en las aguas del río. De esta manera, el Centro Universitario de la Costa Sur está alerta ante cualquier reporte que proporcionen los pobladores de la región.
Quedan por resolver algunos problemas ya conocidos y otros que están surgiendo como los tiraderos ilegales, que constituyen una amenaza constante al medio ambiente. Sensibles a esta problemática, los habitantes, acompañados de expertos en el tema, organizaron primero comités de Protección y Restauración del Río Ayuquila en Palo Blanco, El Aguacate, y las comunidades de Ventanas, Cenzontle, la Cañita, Los Mezquites y La Piedra que pertenecen al municipio de Tuxcacuesco, quienes participaron en el programa de educación ambiental que “pretende revalorar el patrimonio natural de la población local y la participación activa en acciones de conservación”, dice el responsable del programa Salvador García Ruvalcaba.
Estos comités tenían como objetivo cumplir con la gestión eficaz ante los tres niveles de Gobierno, de las acciones que tuvieran que ver con la legislación en uso y reuso del agua, así como la normatividad ambiental “por tratarse de una severa contaminación” con efectos negativos en el ecosistema de humedales costeros, comunidades vegetales y de fauna asociada, acuática o terrestre, en la salud y economía de cientos de familias.
Esos fueron los inicios de lo que hoy es la flamante Junta Intermunicipal del Medio Ambiente para la Gestión Integral de la Cuenca Baja del Río Ayuquila (Jira), que reúne en sus filas a 10 alcaldes de las riveras del río y al experto Sergio Graf Montero, de la Fundación Manantlán para la Biodiversidad de Occidente, quien diseñó el innovador esquema institucional, un grupo singular en la República, ya que no existen antecedentes de una junta de alcaldes de diferentes partidos políticos agrupados con el único objetivo de sanear un río que ya probó que es su fuente de vida en un país en que el panorama del agua no es muy alentador.
La Junta Intermunicipal tiene como director al maestro Arturo Pizano Portillo, quien ha emprendido el asesoramiento a petición de otros municipios de Jalisco, que esperan seguir el modelo de desarrollo sustentable de esta Jira, que tantos éxitos ha logrado.
Actualmente está en trámite la construcción de un humedal artificial en el municipio de El Grullo, como forma alternativa a plantas de tratamiento de aguas negras. Está en proceso la construcción de dos centros de Disposición Final de Residuos Sólidos Regionales. Además se tiene pensado invertir en proyectos productivos y de mejora en las condiciones de vida para la población de las microcuencas del Valle Atulan-El Grullo.
“Cuida tu mundo, no hay otro”, dice un letrero escrito por un niño de ocho años de edad, en el boletín de la Junta Intermunicipal. Son los apuntes de la nueva generación que viene pisando fuerte a consolidar la calidad de vida que van a dejarles sus padres, esos que convirtieron al Río Ayuquila en un caudal de oportunidades.
EL INFORMADOR / Martha González Escobar
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