Jalisco

Restauran Panteón de Belén

En la primera etapa se invirtieron ocho MDP, pero el Ayuntamiento tapatío busca una cantidad similar ante autoridades federales para culminar la rehabilitación

GUADALAJARA, JALISCO.- La Dirección de Cultura de Guadalajara da por terminada la primera etapa de remozamiento del Panteón de Belén, en donde se invirtieron ocho millones de pesos por parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

El recinto se encuentra cerrado, detalla Francisco Palacios Álvarez, encargado de la recepción del cementerio, “pero la intención es abrir en marzo o abril próximos los pasillos donde se localizan las gavetas”, por lo que actualmente trabajan en acciones de limpieza y fumigación.

La titular de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara, Myriam Vachez Plagnol, comenzará con nuevas gestiones ante el Congreso de la Unión y el Gobierno federal para conseguir más recursos, con el objetivo de finalizar la segunda y última etapa de rehabilitación, en la cual estima una inversión de ocho millones de pesos.

“La primera parte está prácticamente concluida. Se realiza un informe del ejercicio de recursos para turnarlo (a Conaculta)”. Enfatiza que, antes de las gestiones con el Consejo Nacional, recurrirá al Congreso de la Unión para tratar el asunto con los diputados.

“El Panteón de Belén está bastante bien restaurado; le faltan algunas cosas, pero no se habían previsto en la primera etapa. Hay que buscar fondos para la segunda fase de restauración, que es muy larga, pero el proyecto no está rezagado… así se había planeado”.

Recordó que también gestiona recursos para la rehabilitación del Museo de la Ciudad. En lo referente a la obra negra, se han invertido 7.5 millones de pesos, aportados en tres partes iguales por el Ayuntamiento, el Gobierno estatal y Conaculta. La parte federal llegó apenas en enero y con ello se trabaja actualmente.

“No ajustará con eso, sobre todo para la museografía. Aprovecharé para solicitar recursos para rehacer la museografía antigua”, apunta Vachez Plagnol.

Avanza rehabilitación del Panteón de Belén


Actualmente, el Panteón de Belén se encuentra cerrado al público. Desde el pasado gobierno municipal, se inició con el proyecto de su rehabilitación. En la primera etapa se invirtieron ocho millones de pesos, pero la Dirección de Cultura gestiona con el Gobierno federal y el Congreso de la Unión otra cantidad igual para finalizar con la segunda y última fase de remozamiento.

Francisco Palacios Álvarez, encargado de la recepción del cementerio, indicó que actualmente se trabaja simultáneamente en diferentes procesos que permitirán su próxima reapertura. Después de retirar la maleza de la superficie del panteón y la basura en el techo de los pasillos, se trabaja en labores de fumigación para controlar los alacranes y ciempiés. También se labora en la remoción de la plaga que se presenta en algunos de los árboles más antiguos.    

Posteriormente, explica, personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dependencia que supervisa las labores de limpieza, se encargará de descubrir las lápidas de las tumbas que con el paso de los años han quedado sepultadas bajo el pasto del jardín o parcialmente sepultadas bajo un montón de tierra, y se retirará la vegetación que ha invadido las tumbas provocando que la piedra de éstas reviente.

Más adelante vendrá un proceso de restauración moderado, donde sólo se resanarán las grietas y se corregirán algunas partes de las lápidas o insignias religiosas que se encuentran  despostilladas, pare evitar que éstas se sigan deteriorando con el tiempo.

Por otra parte, se está haciendo un inventario de todas de las personas cuyos restos fueron depositados en el panteón y se está organizando la información para crear una base de datos electrónica que permita la pronta localización tanto de las gavetas que se encuentran en los pasillos, como las tumbas que se encuentran en los jardines del cementerio.

Debido a que algunas lápidas de los jardines quedaron completamente sepultadas con el paso del tiempo, comenta el encargado, algunas de las personas que visitaban el lugar, no les era posible conocer la ubicación exacta de las tumbas de sus deudos.  

En ese sentido, una vez terminado el registro y descubiertas las tumbas, se dividirá virtualmente la superficie del panteón en cuatro partes,  y éstas a su vez en otras cuatro, para que de esta forma los visitantes puedan dar con el lugar exacto donde descansan los restos de sus familiares.

Como parte de esa labor, ahora se sabe que en realidad la superficie del panteón no es un cuadrado de 180 metros de cada lado, sino un cuadrado incompleto en sus extremos opuestos, con tres lados de alrededor de 144 y uno de 142 metros, es decir, el Panteón de Belén es más chico de lo que se pensaba. Otro de los propósitos del plan rehabilitación, apunta Palacios Álvarez, es el de resaltar algunas otras atracciones o motivos para visitar el panteón.

“Vamos a quitarle ese morbo a la gente de que el panteón asusta, porque toda la gente que llega lo primero que pregunta es si existe un árbol al que le sale sangre, pero nunca nos preguntan quién está enterrado aquí. Entonces la idea del proyecto es que la gente sepa que existen aquí personajes que han aportado a la historia de Guadalajara”.

Y agrega: “Tenemos que quitar ese tabú de que aquí asustan. La gente desgraciadamente viene por morbo, no viene a ilustrarse lo que representa precisamente el panteón”.

En una primera etapa, se prevé que el Panteón de Belén reabrirá al público entre marzo o abril próximos, pero únicamente los pasillos donde se localizan las gavetas.

“Lo vamos a tener que hacer con mucho cuidado, porque anteriormente cuando se pasaban a los jardines, las personas no respetaban las áreas que se encontraban abandonadas y hacían daño a las tumbas. Incluso, a las mismas gavetas que tienen dibujos hechos a mano o montados en óleo se dañaron porque la gente no respetaba los sistemas de vigilancia”.   

De fosa común a cementerio de ricos e ilustres

Después de servir como una fosa común para gente humilde, en al menos tres periodos de su existencia, el Panteón de Belén fue el depositario de los restos de la alta sociedad jalisciense del siglo XIX, revela Victoria Oliver Sánchez, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

El cementerio se empezó a construir en 1787 como parte del proyecto integral del Antiguo Hospital Civil. Antes, en 1786, la Nueva España sufrió de una escasez de alimentos, lo que provocó que apareciera el hambre y una pandemia de enfermedades epidémicas, la más fuerte del siglo XVIII. Ahora se sabe que fallecieron alrededor de dos mil 300 personas, aunque en aquel entonces, Fray Antonio Alcalde hablaba de más de cinco mil.

“Se pone en evidencia que la ciudad no contaba con espacios funerarios suficientes, al igual que no tenía hospital. En ese momento, el obispo Fray Antonio Alcalde tomó la decisión de fundar el Hospital Civil, pero también de concluir un proyecto que había para hacerle un campo santo (cementerio) a la ciudad, porque la población crecía y no había espacio, y por cuestiones sanitarias se estaba prohibiendo que los muertos se enterraran en los templos”, explica la investigadora.

Al tiempo que iniciaron las labores de construcción del Antiguo Hospital Civil, agrega, se habilitó el terreno trasero como un cementerio en lo que ahora se conoce como Panteón de Belén, pero cuyo primer nombre fue el Campo Santo de la Convalecencia, como le llamaban los sacerdotes betlemitas.

“Cumplió una función muy importante: era un lugar para enterrar a los que morían en el hospital. Normalmente eran los pobres y para ese tiempo, una condición muy importante que cumplía ese campo santo, es que estuviera construido extramuros de la ciudad, o sea, hacia las orillas. Y se eligió ese lugar porque los contemporáneos decían que la ciudad ya no crecería porque estaba la barraca (de Huentitán)”.

Diez años después de su apertura, hacia 1797, la ciudad padeció de una epidemia de viruela, por lo que en el Panteón de Belén se habilitó una fosa común para enterrar a la gran cantidad de personas que fallecieron a causa de dicha enfermedad.  

Además, abunda la investigadora, en 1833 Guadalajara vivió una epidemia de cólera morbus, por lo que en ese mismo lugar se abrió una nueva fosa común para las víctimas de la enfermedad, y que se le conoció como el “Panteón de la capirotada”, por la forma en que tenían que ser enterrados los cadáveres: una pila de cuerpos y después echaban cal o tierra.

Luego, en 1850, durante otra epidemia de esa misa enfermedad, en el lugar se habilitó una tercera fosa común: “Ese panteón ha cumplido una función muy importante para solucionar las necesidades funerarias de la ciudad, especialmente en épocas antiguas cuando las epidemias mataban a mucha gente”.

Fue hasta 1848, cuando el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, a solicitud del obispo Diego de Arana y Carpinteiro, realizara la construcción de lo que ahora se conoce como el Panteón de Belén y que funcionaría con el nombre de Panteón de Santa Paula. Sin embargo, fue clausurado en 1896, por instrucciones del consejo superior de salubridad de la época:
“De haberse iniciado como un panteón para el entierro de pobres y como fosa común durante las epidemias, se convirtió en el panteón donde se enterraba a la gente más importante, más destacada de la política, de la cultura, de las artes, de la élite… que después algunos de ellos se cambiarían a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres”.

Una apuesta trágica

Cuenta la leyenda que el Panteón de Belén fue testigo de un suceso donde un estudiante de medicina perdió el juicio. Resulta que antaño, los que estudiaban el arte de curar a las personas estaban de internos en el Hospital Civil.  

Un día, un entusiasta y valiente estudiante les apostó a sus compañeros que entraría completamente solo al vecino panteón a las ocho de la noche, hora en que se daba el toque de ánimas y, según decían, salían los muertos de sus sepulcros.

Para confirmar su hazaña, les dijo que entraría hasta el fondo del corredor y clavaría un clavo, para que sus incrédulos compañeros lo vieran al siguiente día. Todos estaban a la espera del primer clamor de las ocho de la noche, dado por la campana del Templo de Belén. Al escuchar el primer campanazo, brincó la barda y entró al campo santo caminando con paso firme y seguro al fondo del corredor, cargando en sus manos un martillo y un clavo.

Cuando llegó al fondo del oscuro corredor, clavó el puntiagudo metal, pero al retirarse notó que alguien lo detenía. ¡Se le heló la sangre!, pues por más esfuerzo que hacía por correr, sentía que una tétrica mano lo tomaba fuertemente del hombro. Quiso gritar, pero no pudo; un nudo en la garganta se lo impidió. Estaba tan asustado y desesperado que se desmayó.

Sus compañeros, notando que había pasado una hora y no volvía, entraron al cementerio para ver qué había sucedido. Lo encontraron tirado en el suelo, pero sujeto a la pared con la capa clavada por el clavo. El estudiante volvió en sí, pero despertó completamente loco...

Algunos personajes enterrados en el recinto

Esteban Alatorre: Abogado especializado en Derecho. Nunca aceptó un puesto público.  

Joaquín Angulo: Miembro del Foro Jalisciense y gobernador del Estado.  

Fortunato Arce: Médico eminente, perteneció a la Academia Nacional de Medicina.  

Jesús Camarena: Diputado local y federal, gobernador interino, varias veces presidente del Supremo Tribunal de Justicia y gobernador del Estado.  

Ramón Corona:
Gobernador del Estado (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).  

Juan N. Cumplido: Miembro de la Sociedad Patriótica de Guadalajara, diputado en varios congresos, vicegobernador de Jalisco, gobernador interino y gobernador de Jalisco.  

Gregorio Dávila:
Secretario del Ayuntamiento, diputado federal y local, secretario de Gobierno, inspector de la Guardia Nacional y gobernador del Estado.  

Pbro. Severo Díaz:
Historiador, director del Observatorio Astronómico de Ciudad Guzmán y de Guadalajara (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).

Enrique Díaz de León:
Primer rector de la Universidad de Guadalajara, diputado federal y local (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).

Gral. Manuel M. Diéguez:
Gobernador, precursor del Movimiento Obrero, estadista y legislador (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).

Pedro A. Galván:
Gobernador del Estado.  

Jacobo Gálvez: Constructor del Teatro Degollado (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).

Aurelio L. Gallardo: Escritor y poeta.  

Manuel Gómez Ibarra:
Arquitecto constructor del Panteón Belén.  Epigmenio González: Mártir de la Independencia.  

Alfonso Gutiérrez Hermosillo:
Poeta.  

Ignacio Herrera y Cairo:
Médico cirujano defensor de los indios en los litigios sobre la tierra.  

Manuel López Cotilla: Educador, formuló el plan para el arreglo de la institución primaria, proyectó la enseñanza Normal y publicó los primeros libros de texto (sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres).

Juan B. Matute:
Ingeniero que se dedicó al trabajo hidráulico en la Hacienda del Estado y profesor del Liceo de Varones.  

Gral. Silverio J. Núñez:
Segundo gobernador del Estado de Colima.  

Aurelio Ortega: Educador, director de la Escuela Normal de Varones, director de Educación.  

Alfredo R. Plascencia: Poeta.  

Dionisio Rodríguez:
Abogado y benefactor, secretario del Ayuntamiento, diputado local.  

José Rolón:
Compositor.  

Textos: Rafael Zapata

Vamos a quitarle ese morbo a la gente de que el panteón asusta  
Francisco Palacios Álvarez,  
encargado de la recepción.

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