Jalisco
Reloj de Asfalto
Ponche de granada accidental y otras elegancias bicentenarias
Veamos, preparativos para el festejo: Tarjeta de crédito, conductor designado, granadas de mano, preservativos… Y vivan los héroes que nos dieron Patria.
Pero en otros temas del shalalalesco festejo bicentenario, resalta la alegre y propositiva carta del Episcopado Mexicano donde se declara en pecado de omisión a quien no festeje nuestra Patria en sus onomásticos. Sobre esto me quedo helado y ni siquiera puedo omitir una opinión más allá del giro de mis cuencas oculares hacia el infinito. Aunque me pregunto: si una granada accidentalmente me vuela medio cuerpo en estos tiempos tan alegres, ¿estaré condenado a la falta administrativa celestial o es menester que me dirija al zócalo más cercano a gritar PECHO A TIERRA, digo, vivan los héroes que nos dieron Patria? También quisiera saber si van a oficiar misa después del grito en Palacio Municipal o si se refieren a que en materia de festejos revolucionarios deberíamos seguir el ejemplo del cura Hidalgo… cuantas dudas, shalalala…
Pero basta de dudas y arranquen las propuestas: primero, teniendo en cuenta que el futuro es milenario y ochenta mueren diario en este país, hagamos el funeralestejo bicentelorio, para cafetear a nuestros seres queridos caídos en cumplimento de los accidentes explosivos al tiempo que gritamos consignas patrióticas y bebemos mezcal.
O aun mejor, por qué no suspendemos de aquí al 15 de septiembre, velorios, entierros y cremaciones y juntamos a los ciudadanos caídos de aquí a entonces en una enorme pira funeraria en el zócalo de la Ciudad de México para que se vean las flamas libertarias de nuestra celebración y se mezclen en un coro patrio los llantos de las madres y las viudas con los gritos de los balcones presidenciales. En la pira podríamos poner también a los migrantes caídos, para simbolizar la unión de nuestros pueblos y su participación en nuestra lucha contra el crimen.
Este proyecto tiene la ventaja que de haber bajas por atentados accidentales durante los festejos religiosamente obligatorios de fiestas laicas, podríamos agregarlos simplemente a la inmensa pira festejatoria sin detener un segundo el vuelo libertario de nuestro júbilo bicentenario. Shalalala.
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