Jalisco

¡Que viva el agro virtual!

Por: Paty Blue

No dejó de extrañarme que a mi veinteañera sobrina, en cuanto la pachanga familiar comenzó a superar el pasmo de las primeras dos horas de acomodos, saludos y besos forzados, manifestara su urgencia de retirarse para atender un pendiente. Es fácil suponer que a los jóvenes no les satisfaga la convivencia prolongada con la abuela que les reconviene su mala alimentación, con las tías que reprochan no ser visitadas o las amistades maduras que sólo ponderan su estatura, por lo que se ven instados a echar mano de algún convincente parapeto que justifique su salida y aplaque las críticas del clan por su insensibilidad.

Pero cuando la sobrina me dijo que se tenía que retirar de urgencia, porque las calabazas se le iban a podrir, tal como un día antes lo hicieron las berenjenas, me pareció un síntoma inequívoco de que los argumentos razonables para emprender la huída ya se le habían echado a perder sin que se diera cuenta. Mi estupor siguió creciendo cuando otros dos parientes mozos intercambiaron sus propias experiencias con alcachofas, piñas, pimientos y frambuesas, y me remató cuando uno más alardeó el nivel que había alcanzado con la expansión de su propiedad.

En adelante, cual si estuviera yo atestiguando un partido de ping pong, seguí el intercambio verbal más ininteligible que he escuchado. El furor agrícola compartido por media docena de chamacos incluía referencias arborícolas, ganaderas, ornamentales y monetarias que me agudizaron la ignorancia y me movieron a exigir mi inclusión en el tema. Fue así que me enteré que en una de las redes sociales más favorecidas hoy en día, cualquiera puede convertirse en un próspero granjero virtual, sujeto a la disciplina de sembrar y cosechar para ir consiguiendo metas.

Con el acendrado talante lúdico que me cargo (vicio, dirían mis hijos) y la rotunda indisposición recién adquirida de no seguirlo desahogando (y traicionando) en las máquinas tragamonedas que abundan en la ciudad, mi genuino interés por el asunto se vio gratificado con amplias y entusiastas explicaciones para incorporarme al citado juego que, al cabo de unas semanas, me develó la gran cantidad de amigos, parientes y conocidos, de todas edades y condiciones, que han desarrollado (como yo, lo confieso) una inocua y muy divertida adicción. Así que me he convertido en una colonizadora más de Farmville, en donde vivo rodeada de vecinos conocidos que retribuyen mi ayuda con monedas y experiencia, al tiempo que me obsequian árboles, animales y artículos para mi ranchito. Me la paso sembrando chiles, ordeñando vacas, esquilando ovejas, desplumando patos y colectando fondos para la cosecha y compra de propiedades.

En mi paradisíaca Blueville, a diferencia de la podrida vida real, trabajo de sol a foco y se me gratifica el trabajo con justeza, sin tener que sombrerear a nadie ni mocharme con líderes gremiales. Ahí no pago impuestos absurdos, ni engordo funcionarios ineptos; no existe la inseguridad ni se ventilan pretendidas reformas. Y si mis vecinos trabajan duro, yo me gano un jugoso bono por el esfuerzo ajeno. Cualquier semejanza con la realidad, es mera y virtual coincidencia.

patyblue100@yahoo.com
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