Jalisco

Pura transa móvil

Eso de celebrar a mamá en una fecha impuesta por algún ocioso y convertida en tributo al consumismo, en la familia siempre nos ha importado lo mismo que la paternidad compartida entre un político y una rumbera

Pasó el 10 de mayo como si fuera el 20 de junio, o sea, una fecha cualquiera, sin mayor significación para la estirpe cuyo tronco honrosamente represento. A decir verdad, eso de celebrar a mamá en una fecha impuesta por algún ocioso y convertida en tributo al consumismo, en la familia siempre nos ha importado lo mismo que la paternidad compartida entre un político y una rumbera. Así que, habiendo sobrevivido a los asoleados homenajes escolares a los que me vi sujeta por casi un decenio, a partir de entonces ni siquiera procuramos reunirnos en un ágape del que, con toda seguridad y como sucede con las estoicas madres mexicanas, saldría igualmente asoleada en su preparación.

Pero los anuncios de la venta del hijo ingrato surtieron efecto y removieron alguna fibra que mis retoños traían medio desperdigada, porque de pronto decidieron honrar a su progenitora con un presente tardío, consistente en un dotado y moderno artilugio celular que sustituyera el modelo ladrillo que hasta ahora venía yo utilizando, sin pruritos tecnológicos ni mayores problemas.

Sobrado de funciones y retos para una añeja dama de mis polendas, el citado aparatejo ostenta algunas conveniencias adicionales que encandilaron a los compradores para su adquisición, a saber, tres cientos de pesos de tiempo aire, más la oferta de registrar un número para hablar al mismo en forma gratuita durante un año, y otro más para enviarle mensajes en las mismas y favorables condiciones. El pomposo cachivache, gloriosamente rojiblanco y generosamente dotado con una revolucionaria funda elástica tipo condón, desempeña también las funciones de un radio, de una cámara para tomar fotos y video, de conectividad con la computadora y con la web, amén de diversas y fútiles operaciones, si tomamos en cuenta que salen sobrando cuando la única vocación de un teléfono es facilitar la comunicación verbal.

No sin cierta pereza, reservé una tarde entera para poner el artefacto al corriente y ponerme yo misma al día con sus insospechadas monerías, sin más apoyo que los 119 incisos del manual del usuario. Con asombro me percaté de que mi consuetudinaria impericia tecnológica no era tan supina como suponía y que mi reciente incorporación al sistema GSM me reportaría grandes e internacionales beneficios, habida cuenta los numerosos amigos que tengo en Mönchengladbach.

La contrariedad me vino cuando, por falta de dispositivos compatibles y mi sobrada ignorancia cibernética, no pude ni sintonizar la radio, pero me puse mucho peor cuando los primeros cien pesos incluidos en la compra del aparato, se esfumaron apenas en dos días y debo esperar un mes más para que me acrediten los siguientes cien. Acudí, entonces, al número consignado para obtener la gracia de llamar y enviar mensajes gratis a un teléfono, sólo para toparme con una grabación que me pide ingresar los diez dígitos de los números elegidos. Cuando lo hago, me gira de nuevo la misma instrucción, y luego, otra vez y una vez más, y así, hasta la náusea o hasta que me harte de repetir la operación, porque jamás da acuse de recibo. Si eso no es transa, no sé a qué otra cosa podamos distinguir con tan coloquial apelativo.

Síguenos en

Temas

Sigue navegando