Jalisco

Puente el Diputado

Es lo más parecido a un diputado que se haya construido en esta ciudad, pues, el puente tampoco sabe si le sirve a la izquierda o a la derecha

El gobernador Emilio González Márquez tiene fama de ocurrente, que se saca cosas de la manga y las avienta con una naturalidad nunca antes vista. No lo he visto jugar futbol, pero puedo apostar que lo suyo lo suyo, es el remate en corto y de preferencia de botepronto. Es el tipo de delantero que las intenta todas, vuela muchas pero cuando las mete, son de antología. Y puedo afirmar que así juega futbol porque así gobierna, más con la sorpresa que con la previsión y más con la intuición que con la planeación. Ahí está sin duda su gran fortaleza y muchos, si no es que todos, los dolores de cabeza del actual gobierno.

González Márquez está inaugurando dos de sus principales obras del sexenio y así de botepronto resulta que lo que nos dijeron que era, no es. El Puente del Álamo, que nos lo vendieron como una vuelta izquierda (ellos le llamaban así en las presentaciones), ahora puede ser también vuelta derecha en el sentido contrario. Lo que nos vendieron como dos carriles de desahogo de la carretera a Chapala en su conexión con Lázaro Cárdenas, ahora puede ser uno y uno, o todo al revés. Digamos que es lo más parecido a un diputado que se haya construido en esta ciudad, pues, al igual que los que cobran en Hidalgo 222, el puente tampoco sabe si va o viene, si le sirve a la izquierda o a la derecha, ni a qué horas el líder les cambia de sentido. Si bien la ocurrencia de usarlo en los dos sentidos según el flujo del tránsito es buena, al parecer nunca se lo dijeron al que diseñó el puente, lo cual dificulta la operación.

Algo similar sucedió con el puente Matute Remus, mejor conocido como atirantado, que se inaugura el sábado. Nació rojo y fue rojo desde su concepción, allá en los tiempos en que González Márquez era alcalde. Nos lo vendieron rojo, pero a alguien se le ocurrió (la velocidad de la mente es impresionante) que el rojo es el color del PRI (y del Toluca, y del Manchester United, y de los Red Skins, y del diablo, y de la Coca-Cola) y entonces había que cambiarlo. A algún ocurrente se le ocurrió hacer una convocatoria masiva y que fuera el pueblo el que escogiera el color. La conclusión de la consulta fue que el pueblo tiene pésimo gusto, pues escogieron el color naranja.

Cuando ya el Partido Convergencia estaba festejando (nunca antes habían ganado una elección importante) cambiaron una vez más la pichada, pues la gente al parecer no entendió que de lo que se trataba la consulta era de votar por el azul, y decidieron hacerlo blanco con iluminación multicolor nocturna; una especie de arbolito de Navidad permanente.

Una vez más, el resultado es bueno; el blanco no es una mala decisión, al contrario, es menos agresivo, más sobrio, se ve bien. Lo que es sorprendente es lo largo, sinuoso y rebuscado del camino para llegar a la decisión.

Por lo pronto, a manera de ocurrencia, pongo a consideración que se le cambie el nombre al Puente del Álamo por Puente el Diputado.
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