Jalisco
—“Pueblo bicicletero”
Guadalajara, por su topografía, es una buena ciudad para la bicicleta
—II—
Los tapatíos de alguna generación pretérita —de la que aún quedan, felizmente, bastantes sobrevivientes— pedían al Cielo, con todo fervor, que las cosas se movieran, acá en la Tierra, para que Guadalajara se sacudiera una etiqueta que afrentaba a sus habitantes: “Pueblo bicicletero”. Los historiadores no lo consignan, pero El Día del Juicio, en la tarde, llegados en el orden del día al punto de “Temas Varios”, pudiera revelarse que el Cielo, en efecto, oyó las súplicas de los nativos de estas benditas tierras de Dios y de María Santísima, el 8 de junio de 1964: en esa fecha, la del nacimiento del Tapatío Un Millón, Guadalajara comenzó a ser “metrópoli”; ergo, comenzó a abandonar las bicicletas.
Ahora —¡quién lo dijera...!— entre lo poco que la sociedad civil (anárquica y desorganizada por definición) puede hacer, y lo mucho que la autoridad (incompetente y miope) deja de hacer, ha habido —¡aleluya...!— una extraña coincidencia: el afán por aportar pequeñas soluciones a los cada vez más graves problemas de movilidad urbana. En lo que se resuelve el dilema de si se resucita o se aplica la eutanasia al proyecto original de varias rutas del Macrobús en la zona metropolitana, y en lo que se concretan las iniciativas de poner tranvías hacia Zapopan y tren ligero hacia Tlajomulco, en uno y otro frentes se toman medidas... para desenterrar las bicicletas.
—III—
Guadalajara, por su topografía, es una buena ciudad para la bicicleta, al menos en ciertos recorridos, como complemento del transporte público. Por el clima no lo es tanto: la mayor parte del año —salvo las mañanas y noches de invierno— hace calor... Las ciclovías que tanto por la vía oficial como de manera espontánea empiezan a surgir, pudieran aportar soluciones viables a un problema que las autoridades se han limitado a dejar crecer y a tratar de resolver aplicando, a martillazos, copias al carbón de modelos que muy probablemente no sean adecuados para Guadalajara.
Moraleja de la historia: no es remoto que Guadalajara —entendida como la inabarcable mancha urbana que la conforma— tenga que sacar de la basura, limpiar y colocarse humildemente en el pecho la etiqueta de “Pueblo bicicletero” de la que alguna vez se afrentó.
Así castiga, a veces, Dios a los soberbios: atendiendo a sus plegarias...
Síguenos en