Jalisco

Premiar la arquitectura

Los edificios de Souto de Moura entretejen complejas referencias a las características de la región, al paisaje, al sitio y a una amplia historia arquitectónica

En días pasados se dio a conocer la designación de Eduardo Souto de Moura, arquitecto portugués, para recibir el Premio Pritzker de este año. Que la distinción más conocida del mundo para un arquitecto en activo haya recaído en Souto de Moura permite hacer algunas reflexiones. La primera tiene que ver con la calidad ejemplar —que ahora se refuerza con el premio— de una práctica arquitectónica sensata y discreta, pero dueña de una poética esencial y poderosa. Conviene citar lo establecido por el jurado, conformado por distinguidos arquitectos y especialistas:

“En su aparente simplicidad formal, los edificios de Souto de Moura entretejen complejas referencias a las características de la región, al paisaje, al sitio y a una amplia historia arquitectónica. Souto de Moura ha creado espacios que son a la vez consistentes con su historia y modernos en su concepción. Su capacidad única para asumir la realidad mientras emplea la abstracción crea un lenguaje arquitectónico que transforma lo físico en metafísico.”

La inicial sencillez con la que el arquitecto expresa conceptos complejos y de una rica raigambre histórica es, por sí misma, una cualidad que no solamente contribuye a dar soluciones arquitectónicas apropiadas, sino que las inscribe dentro de su contexto como una válida aportación cultural contemporánea. Esto, que en tierras lusitanas reviste gran importancia, es también plenamente aplicable a nuestro medio, tan necesitado de referentes culturales nuevos y a la vez conscientes de su tradición.

“La arquitectura de Eduardo Souto de Moura no es obvia, frívola o pintoresca. Está imbuida de inteligencia y seriedad. Su trabajo requiere un intenso encuentro, no una rápida ojeada. Y, como la poesía, es capaz de comunicarse emocionalmente con aquellos que se toman el tiempo para oír. Sus edificios tienen una capacidad única para implicar características aparentemente opuestas: poderío y modestia, énfasis y sutileza, contundente autoridad pública y sentido de la intimidad. Por hacer arquitectura que expresa naturalidad, serenidad y simpleza, y por el cuidado y la poesía que permea cada proyecto, Eduardo Souto de Moura recibe el Premio Pritzker de Arquitectura 2011.”

Llama la atención que las cualidades que el jurado destaca son, precisamente, las que distinguen a la verdadera arquitectura. Y que la separan de tantas construcciones a la moda que suplantan con frecuencia a las soluciones arquitectónicas pertinentes. Souto de Moura ha sabido continuar y renovar la tradición arquitectónica portuguesa, y en particular la de Oporto, su ciudad. Su maestro (y también ganador del Pritzker) Álvaro Siza escribió hace más de veinte años: “El sentimiento que transmite esta arquitectura es de serenidad. Sin embargo, y por unos instantes, se revela casi insólita.”

Basta un somero análisis de la obra de Souto de Moura para revelar la multiplicidad de sus recursos y la capacidad de variar las soluciones sin abandonar sus principios básicos, la poética que le da impulso. La lección que el premio conferido ahora propone al mundo es un llamado pertinente a regresar al respeto por la profesión del arquitecto, al ejercicio del oficio como una posible manera de mejorar el mundo, a atender el vuelo de la poesía como una herramienta esencial para reconocer las raíces de donde tomar fuerza y dar así nuevos, insólitos, frutos.
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