Jalisco

Planeación contra la contingencia

La ciudad y los días

Por su misma naturaleza, es imposible planear las contingencias. Sin embargo, sí es posible hacer los esfuerzos necesarios para contar con entornos mejor planeados que reduzcan los riesgos al máximo razonable.

Las ciudades han sido siempre terreno potencialmente fértil para la contingencia. Como toda manufactura, las urbes están sujetas a los errores humanos, las imprevisiones varias, los malos cálculos. Por acción u omisión, por mala voluntad o por codicia, la fábrica citadina es frágil y vulnerable. Si a esto agregamos a las imprevisibles y caprichosas fuerzas de la naturaleza podremos explicarnos la interminable historia de desgracias urbanas a lo largo y ancho del globo. (Esto sin hablar de otro terrible factor: el terrorismo. O la guerra misma.)

A pesar de la arrogancia humana, de todos los avances y descubrimientos, los habitantes de las ciudades debemos asumirnos como entes vulnerables y propensos a sufrir los efectos de las fuerzas naturales en cualquiera de sus manifestaciones. Una revisión, en la cuenta larga, del destino de los asentamientos humanos, de las edificaciones de distintas épocas, nos muestra la precariedad de las hechuras del hombre. Unas cuantas construcciones sobreviven a la fricción de los siglos.

La arrogancia humana, unida al cálculo egoísta, forma una combinación explosiva. Pero siempre hay que considerar que las ciudades, como organismos vivos que son, están sujetos a ritmos y modulaciones que cada vez tendemos más fácilmente a olvidar. El ejemplo de lo que sucede en el campo ilustra este punto: cuando se viene el temporal toda la vida que allí sucede toma una pausa, se repliega sobre sí misma, aprudenta. Ingenuamente, los urbanitas creemos que nuestras ciudades son entornos calculados contra toda contingencia, capaces de seguir funcionando bajo cualquier circunstancia. Bien vemos que basta una tormenta para comprobar que no es así.

Los recientes sucesos en la parte sur de la mancha urbana, en los que algunos fraccionamientos han resultado inundados, para grave perjuicio de sus habitantes, muestran fehacientemente la necesidad de contar con un marco de planeación lo suficientemente desarrollado como para prever estas contingencias.

Esta planeación, por fortuna, está ahora avanzando. El Plan Intermunicipal de Desarrollo Urbano constituirá sin duda un mejor marco normativo para definir el destino del territorio, sus previsiones y posibilidades. Y también las imposibilidades: exponer a la población a la habitación de contextos que, lejos de satisfacer sus necesidades se vuelven contra ellos. Sin duda que este ejercicio es ya un fruto importante de los esfuerzos de la Asociación Intermunicipal de la Gran Guadalajara. Esperemos que ese ejercicio fructifique y propicie, en términos generales, una planeación que nos defienda al máximo de las contingencias.

jpalomar@informador.com.mx
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