Jalisco

—Parálisis

Ya no habrá Macrobús. Difícilmente alcanzará el tiempo para avanzar, en esta administración, hacia el tren ligero

Cuando se vislumbraba “el (anhelado) cambio” como la consecuencia lógica de todos los motivos de frustración y resentimiento de la sociedad contra los gobiernos de “la dictadura perfecta”, como la llamó Mario Vargas Llosa, se suponía que se había tocado fondo. Se daba por descontado que el previsible cambio, necesariamente, tendría que ser para mejorar... Además, se antojaba razonable, justo y conveniente conceder crédito a la palabra de los políticos que habían sido críticos sistemáticos, valientes e incluso heroicos, de los gobernantes que los infelices mortales a los que tocó nacer en estas tierras, habían soportado durante siete décadas: oportunistas de la política, cuyas trapacerías quedaron registradas en la memoria de los ciudadanos y consignadas en los anales de ese singular período de la historia de México. Si los candidatos de “el cambio” resultaban, para gobernar, tan buenos como habían sido, durante tantos años, para criticar, este país —y, en consecuencia, sus habitantes— estaría a salvo.

—II—


El ciudadano común se interesa mucho menos por lo que ocurre en los pestilentes meandros de la política, que por las frivolidades e intimidades de los idolitos forrados de oropel, sometidos a la veneración popular en el mundillo del espectáculo, pongamos por ejemplo... Así y todo, a la vista de “noticias” que dejan ver, por una parte, los verdaderos intereses que hay detrás de proyectos de “obra pública” —el Macrobús o el túnel de la Avenida Vallarta, en la Glorieta Minerva, verbigracia—, y, por la otra, los afanes de quienes se instalan en las trincheras de la oposición por sabotear sistemáticamente esos proyectos, el susodicho ciudadano común confirma, día con día, lo que ya sospechaba: que los partidos políticos lo han convertido en el idiota útil del juego en que ellos tienen prácticamente todas las fichas en su poder, y los dados a su entera disposición.

—III—

Ya no habrá Macrobús. Difícilmente alcanzará el tiempo para avanzar, en esta administración, hacia el tren ligero.

El proyecto del nuevo túnel en la Minerva parece condenado a muerte...

La clase política de “el cambio” exhibe impúdicamente, pues, sus peculiaridades: es tan costosa como la precedente, o más..., y tan eficiente como aquella..., o más.

(Y luego se llaman a extrañados los vividores de la política, de que el ciudadano común opte, el día de las elecciones, por el abstencionismo o por el voto en blanco. Cualquiera se cansa de desempeñar, toda la vida, el papel de El Tonto de Patolandia).
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