Jalisco

Para que mis hijos no quieran la droga

En vez de seguir luchando para que las drogas no lleguen a nuestros hijos, debemos esforzarnos más en luchar para que ellos no las busquen

Hay mucha diferencia entre el esfuerzo social que hacemos para que la droga no llegue a nuestros hijos, y el que podemos hacer para que ellos no la quieran.

La falacia es que la realidad psíquica no se evita impidiendo que las cosas se encuentren al alcance del que las desea. La mente no funciona así. Es un tema que tiene que ver con la voluntad, y cuando uno quiere algo, lo va a conseguir donde se encuentre. No importa dónde y qué tanto camino y esfuerzo tenga que hacer, pero lo va a obtener.
El poder de la voluntad reside en la capacidad que tiene el sujeto de ir por aquello que necesita o desea. Entre más fuerza se tiene, más factible será alcanzar su objetivo; entre más débil, le será casi imposible.

Si sostenemos esta postura, es mucho más comprensible que ante los problemas del hombre, especialmente ante sus vicios y adicciones, no logramos mucho si queremos alejar el alcohol del bebedor, el juego del jugador o las armas del asesino, porque hasta con sus manos y una piedra puede quitarle la vida a otro.

Aislar o quitarle las opciones para hacerse daño es una buena intención, como la que se tiene al despojar de objetos cortantes a un bebé o alejarlo de un precipicio. Es indiscutible que en muchos casos hay que distanciarnos de los peligros y de todo cuanto es dañino.

Pero cuando el problema se encuentra en la voluntad del sujeto, como es el caso de las adicciones, no sirve de mucho alejarlo de la cantina o impedir que las drogas lleguen a su espacio, pues la fuerza del deseo hará que se vaya a conseguirlas a donde quiera que se encuentren.

De esta reflexión emana que revisemos el planteamiento inicial y en vez de seguir luchando para que las drogas no lleguen a nuestros hijos, debemos esforzarnos más en luchar para que ellos no las busquen, es decir, para que no las deseen.

Por lo que vemos, parece que las drogas seguirán estando ahí. Y por ello es inaplazable que ahora nos dediquemos a trabajar con la voluntad de nuestros hijos, para que no tengan apetito por ellas.

Evitar que la chatarra esté en las escuelas ayuda a mejorar los hábitos alimenticios. Pero no es suficiente, tenemos que esmerarnos para que todos aprendamos a tener una mejor y más sana nutrición.

Tenemos que ser realistas: deseo que mis hijos no caigan fácilmente atrapados en el alcohol y las drogas, y para ello hay que formarlos con más voluntad, carácter y colaborar en construir una vida sana, equilibrada y creativa.

Prefiero que mis hijos se sientan seguros de sí mismos, que sepan qué hacer con el dolor y los retos; que aprendan a manejar las frustraciones, la angustia y los sinsabores de la vida sin recurrir a las drogas.
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